sábado, 24 de noviembre de 2007

ELTON JOHN - Goodbye Yellow Brick Road (1973)


Aunque hoy en día Elton John es un músico más bien denostado (reconozcámoslo, en gran parte se lo ha ganado él solito), en los 70 era un excelente artista con una creatividad apabullante. Hasta que llegaron los fatídicos años 80 (de los que, a juzgar por los repertorios de sus conciertos actuales, él mismo tampoco se siente muy orgulloso hoy en día), Elton John era una máquina que no sólo sacaba un disco tras otro, un año sí y otro también, sino que encima era muy bueno.

En 1973 Elton John se encontraba en su mejor momento artística y comercialmente hablando, así que “Goodbye Yellow Brick Road” vino a ser la cumbre de su edad de oro no sólo porque sea (en mi opinión) su gran obra maestra, sino porque es un disco que en sus 76 minutos de duración nos muestra las diversas facetas de nuestro amigo Elton, en cuanto a creatividad es sin duda uno de sus discos más logrados y donde es capaz de hacer coincidir géneros más diversos (rhythm ‘n’ blues, rock sinfónico, hard rock, sus imprescindibles baladas a piano...). Lo mejor de todo es que éste no fue un disco doble “premeditado”, sino que simplemente Elton comenzó a componer canciones hasta que se dió cuenta de que daba para un disco doble (y aún así hubo varios temas que se desecharon) lo cual nos confirma hasta qué punto estaba en estado de gracia por entonces.

El inicio del disco es escalofriante y demoledor: “Funeral For a Friend”, un tema instrumental tétrico y que es de los temas más oscuros que he oído, uno de mis mayores candidatos a tema favorito del disco, inconmesurable. Unida a ésta se encuentra la más rockera y tradicional “Love Lies Bleeding”, un tema rockero muy en su línea combinando el protagonismo de las guitarras con su omnipresente piano.
A ésta le sigue “Candle In The Wind”, seguramente su tema más famoso con una letra de Bernie Taupin dedicada a Marilyn Monroe. Pese a lo quemada que está me sigue gustando mucho la forma como canta el “Goodbye Norma Jean” y su tono tan triste. Cambiando radicalmente de estilo viene “Bennie And The Jets”, un tema muy influenciado por el rhythm ‘n’ blues con un ritmo muy repetitivo y pegadizo. Como muestra de lo detallistas que fueron con la producción, al darse cuenta de que a la canción le faltaba “algo” decidieron añadirle aplausos y voces para crear un falso directo (destacar el pequeño detalle de como las palmas se dan ligeramente fuera de tiempo, ya que el público inglés solía acompañar así las canciones... o al menos eso dicen ellos).
Llega entonces mi otra gran aspirante a tema favorito: “Goodbye Yellow Brick Road”, una balada preciosa donde Elton John demuestra que si bien es obvio que era un pianista excelente (y si alguien no cree que eso sea obvio que se enchufe este disco en vena y que me diga si no es casi un manual de como tocar el piano en un disco de rock), no es tan recordada su enorme capacidad como cantante. En este tema canta de una manera tan absolutamente dramática que algunos llegaron a creer que se había ayudado con truquitos del estudio. Y a destacar por supuesto la letra de ese excelente letrista que es Bernie Taupin, que aquí hace referencia al famoso camino de baldosas amarillas de “El Mago de Oz” para hablar de la decepción que vivió tras alcanzar el éxito que todos soñamos. Maravillosa.

Se podría dedicar párrafos enteros a cada canción pero me temo que me estoy excediendo y no llevo ni la mitad del disco, sin embargo creo que todas merecen alguna mención: la preciosa balada “This Song Has No Title” apoyada sólo en pianos y teclados más su voz (¿para qué más?); la curiosa “Grey Seal”, que es una de las favoritas del mismo Elton John; el experimento de reggae de “Jamaica Jerk Off” que es la que menos me gusta del disco pero que queda en simpática y anecdótica como recuerdo del intento frustrado de grabar el disco en Jamaica; la atmosférica balada “I’ve Seen That Movie Too”, que tiene una ambientación que le da un tono muy especial (y que en estos momentos es la que más me tiene enganchado del disco); la nostálgica e irónica “Sweet Painted Lady” y “The Ballad Of Danny Bailey” con unos maravillosos arreglos orquestales.
Tras este tema llega la parte rockera del disco que se inicia con “Dirty Little Girl”, con su ritmo lento marcado por el piano y la guitarra; a ésta le sigue una de las grandes joyas escondidas del disco, la inconmesurable “All The Girls Love Alice”, canción rockera y muy bailable en la que Elton se queda con nosotros al detener el tema de repente para cantar el precioso estribillo casi a cappella y luego retomarla de nuevo, genial; en “Your Sister Can't Twist (But She Can Rock & Roll)” Elton y su banda ya le dan directamente al acelerador creando un tema muy simpático y pegadizo con unos juegos vocales memorables e imposibles de olvidar y finalmente con la guitarrera “Saturday Night's Alright for Fighting” Elton se desboca y descubrimos qué olvidada está la gran banda que había detrás de el cantante-pianista miope.

Y como colofón final, para mí el momento más emotivo del disco: la tristísima “Roy Rogers” por cuya letra siento debilidad (Roy Rogers era el protagonista de una serie de televisión de vaqueros que acabó siendo olvidada), seguida por el paréntesis cachondo de la irresistible “Social Disease” (excelente combinación bajo-piano, y jamás pensé que diría esta frase) para acabar el disco con otra de sus grandes baladas: “Harmony”, que es un punto final perfecto.

“Goodbye Yellow Brick Road”, uno de los más grandes discos de la historia para el que escribe, es una de esas obras maestras a las que pese a lo largas que son, pese a que tengan algun momento que no te agrade tanto como el resto, no le quitarías nada. Porque lo que representa globalmente está por encima de eso: un grandísimo artista dando rienda suelta a todo su potencial. Nosotros, como humildes oyentes, no podemos hacer más que escucharle y disfrutar de su música.

viernes, 23 de noviembre de 2007

TEN YEARS AFTER - Cricklewood green (1970)



Siempre es un placer escribir sobre Ten Years After porque son grandísimos. Aún mayor placer escribir sobre un disco que muy probablemente hubiera acabado reseñando Travis, porque soy una mala persona. Así, rápidamente hablando, Ten Years After son un grupo de blues rock capitaneado por Alvin Lee a la guitarra y voz que tuvo su momento de gloria al aparecer en la película de Woodstock tocando su gran tema "I'm going home". Este es su cuarto disco de estudio. Alvin Lee es genial en sus dos facetas en la banda. Leo Lyons es un excelente bajista, Ric Lee (no familia de Alvin) es un excelente batería, y Chick Curchill, en segundo plano, es muy buen teclista. Ya está. Hablemos del disco.

Su anterior disco, "Ssssh.", igualmente excelente, tenía un sonido a blues endurecido más clásico, mientras que este disco suena rockero, mucho más metido en los setenta. Mantiene la esencia blues, pero los horizontes musicales del grupo parecen expandirse. Así tenemos una balada, un tema de blues acústico, hard rock, jazz... una mezcla que pasada por el filtro de Lee y los suyos es imposible que falle. La razón por la que este disco no suele ser nombrado entre los grandes esenciales del rock clásico, es algo que no entiendo, y es que a pesar de tener una famosísima canción que seguro habrás oído alguna vez, debería ser una obra bastante más conocida y valorada. Dicha famosa canción es "Love like a man", un pelotazo de hard blues que tiene todos los ingredientes para ser un clásico. Empezando por el sensual riff principal, de los mejores y más míticos de la historia, seguido por la parte de los solos y por cualquier cosa que haya en el tema. La voz de Alvin es perfecta para un tema así, pues suena todo lo chulesca y arrogante (y rockera, por descontado) que se puede ser.

"Love like a man" es suficiente para justificar la existencia y compra del disco, pero por suerte no destaca tanto entre el resto. Mismamente "50000 miles beneath my brain", en su simple estructura de tema que empieza tranquilito y deriva en una sangrienta jam bluesera, es igual de bueno. Tenemos temas más cortos y comerciales, como "Sugar the road" que inicia el disco y aunque es el menos bueno del disco, es muy buena y tiene un acompañamiento de órgano Hammond de lo más cool, y "Working on the road", cuyo estribillo es sublime.

Ya en una onda algo distinta, podemos encontrar "Year 3,000 blues", el anteriormente mencionado blues acústico, con un sonido mucho más clásico, siendo un claro homenaje a esos negros del Mississippi que cantaban sobre amores perdidos, que muchos rockeros se permiten ignorar y ningunear pero que sin ellos un grupo como Ten Years After no sería posible. "Me & my baby" está cantada como un blues, pero instrumental tiene mucho de jazz. No hay más que oír ese fantástico solo de piano, el mejor momento de Churchill en este disco. "Circles" es la balada del disco. Está mejor conseguida y tiene mejor melodía que "If you should love", la balada de "Ssssh." aunque es menos intensa. En cambio, el aire intimista de este tema la hace más delicada y emotiva. Y acabo con la última del disco pero no por ello peor, "As the sun still burns away", una canción lenta y oscura, que suena a Ten Years After pero podría haber sido perfectamente compuesta por Black Sabbath.

Pese a que es una frase ya muy tópica, Ten Years After merecen ser revindicados. Si no te gusta este disco eres una mala persona.

jueves, 15 de noviembre de 2007

BAD COMPANY - Bad Company (1974)



Ser rockero joven en un país donde la cultura rock deja que desear lleva a uno a buscarse la vida. Así, mientras en otros países quizá este disco me sería familiar, al menos de oídas, desde hace tiempo, el tiempo me lo reservo como una pequeña joya por descubrir. Más concretamente no me interesé por Bad Company hasta que se anunció que Paul Rodgers iba a hacer una gira con Queen como cantante, y como fan de Queen me vi obligado a comprar si ese tipo iba a estar a la altura. Al final no pude ir a verles, pero al menos descubrí este disco.

Bad Company surge de la unión de Paul Rodgers y el batería Simon Kirke, ambos de Free, junto con Mick Ralphs de Mott The Hoople a la guitarra y el difunto Boz Burrell, que venía de King Crimson como bajista. Este supergrupo parece tenerlas muy claras desde el principio: rock duro, con altísimo componente blues. Si a esto le sumamos lo competentes que eran los músicos, sus grupos precedentes y lo perfectamente adecuada que es la negrísima voz de Paul, dificil sería que la cosa fallara. Y no falla.

Con una canción como "Can't get enough" lo cierto es que sobran las palabras. No es la mejor del disco, pues este es uno de esos discos tan bien compensados que ningun tema destaca especialmente, pero sí es el más clarísimo single del disco. El riff está reciclado de un viejo tema de Mott The Hoople, "One of the boys" pero... ¿a quién le importa? Es una de esas canciones que, simplemente, tenían que existir tal y como son y que ese riff ya se hubiera escrito antes no debería ser un problema. No es el único recuerdo de Mott The Hoople que encontramos aquí, sino que tenemos también una versión en plan balada de aquel "Ready for love" aparecido en aquel "All the young dudes". Mucho mejor que la original, tiene mejor sonido y la voz de Paul parece nacida para cantar este tema.

La balada de aires soul "Don't let me down" es otro de los momentos cumbres del disco, gracias a una perfecta utilización de coros femeninos que complementan a la voz de Paul, que suena más emotiva que nunca. Y podría seguir, destacando la energía de "Rock steady", la stoniana "Movin' on" y deshacerme en reiterativos elogios. Porque soy incapaz de encontrar un punto malo al disco. El sonido es homogéneo, pero aún así es notable la variedad de un tema a otro. No hay lugar para lo genérico ni lo gris, cada melodía, cada riff tiene identidad propia y cada nota que canta Paul suena con una convicción apabullante. Por no hablar de la canción que da nombre al disco y al grupo. En sus estrofas consigue una brutal atmósfera oscura, por momentos casi psicodélica, y cuando llega el estribillo, es posiblemente el mejor momento del disco, todo un himno y una declaración de intenciones. Sí, alcanza a que la destaque como mejor tema del disco. Otra que sí me gustaría destacar es la última canción, "Seagull". Desentona totalmente con el resto del disco por tratarse de una balada acústica muy simple. La voz de Paul es la que lo llena todo, y suena maravillosamente etérea, incluso espiritual y la melodía en general es tan redonda que no me importaría si todo el disco fuera así.

"Bad Company"
es un disco sublime de principio a fin. Todo un manual de como rockear con clase, de como sonar contundente y de como impregnar de feeling hasta la última nota. Imprescindible.

domingo, 11 de noviembre de 2007

LOU REED - Berlin (1973)


A Lou Reed desde luego no le iba lo fácil. En 1972 con “Transformer” consiguió su primer gran éxito popular tras fracasar comercialmente tanto con su anterior banda, The Velvet Underground, como con un debut en solitario que no colmó las expectativas depositadas en él. Con la ayuda de Bowie, consiguió por fin abrazar el éxito masivo con una de sus mejores discos y ayudado por un single que se convirtió en un clásico desde el día en que vió la luz, “Walk On The Wild Side”.
Y sin embargo, pese a lo que le costó llegar tan alto, lo primero que quiso grabar tras ser un artista conocido fue un disco doble sobre las desgracias de una decadente prostituta berlinesa. La discográfica se dió cuenta entonces de con qué clase de pirado estaban tratando, y tras intentar disuadirle en vano se tuvieron que conformar con haberle convencido de que al menos no fuera un disco doble. Fue inútil, “Berlin” fue un rotundo fracaso comercial de todas maneras. En la edad de oro del glam-rock a nadie le importaban las vivencias de una prostituta que se acaba suicidando.

Y es que “Berlin” es uno de los discos más terribles y angustiosos de la historia del rock. Siendo fiel al estilo que ha seguido siempre como letrista, Lou no utiliza la historia de Caroline para concienciar o criticar, simplemente escupe retazos de realidad de la forma más cruda y fría posible. En ningún momento redime a los personajes ni tiene compasión por ellos: ella es una prostituta que está condenada desde el inicio del disco; Jim, su chico, no sólo la maltrata sino que al final, cuando Caroline ya se ha suicidado y la recuerda con nostalgia mirando fotos suyas, aún tiene la sinceridad de decir que de todos modos cualquier otro le habría roto los brazos. Jim y Caroline son fragmentos de una realidad que Lou Reed no tiene ninguna intención de adornar o suavizar.

En lo que respecta a la música, “Berlin” también fue un disco bastante rupturista respecto a su anterior obra y de hecho es difícil definir a qué suena exactamente. Primero de todo cabe hacer justicia a la gente de la que se rodeó Lou: una impecable banda que luego le acompañaría en la posterior gira (reflejada en el famoso “Rock ‘N’ Roll Animal”) y con la participación especial de Jack Bruce al bajo y Steve Winwood al órgano. Además el productor es nada más y nada menos que el gran Bob Ezrin, que hizo aquí uno de sus mejores trabajos (sobre todo en lo que respecta al uso de numerosos instrumentos de viento y violines en la mayoría de canciones).

El disco tiene un inicio que siempre me ha encantado: una extraña voz distorsionada, voces de alegría cantando el “Cumpleaños Feliz” que se desvanece y un omnipresente piano que esboza una triste melodía que poco a poco cobra protagonismo hasta dar inicio al tema homónimo del disco, uno de los pocos momentos de intimidad que se nos ofrecerá con Lou cantando solo acompañado por el piano y un ambiente silencioso.
Cada canción, cada pincelada de la historia, sigue un estilo distinto a la anterior (aunque tengan rasgos en común): “Lady Day” tiene cierto toque dramático con ese maravilloso estribillo; “Men Of Good Fortune” nos devuelve a la intimidad del tema inicial con el piano; “Caroline Says I” es lo más parecido a un momento alegre que encontraremos, excelentemente acompañada de violines y flautas; “How Do You Think It Feels” destaca por sus marcadas trompetas y un maravilloso solo de guitarra; “Oh Jim” tiene dos partes bien diferenciadas, la primera tiene como protagonista las trompetas y una poderosa batería remarcando el ritmo y la segunda es un momento acústico en que Caroline pregunta a Jim por qué la maltrata de esta manera.
En la segunda cara del disco ya prácticamente no hay instrumentos de viento y el dramatismo se acrecenta para dar paso al desenlace de la historia que se nos ha presentado en la primera cara. Empieza con mi favorita, la preciosa y tristísima balada “Caroline Says II”, con una letra que siempre me ha parecido brutal (Caroline says - as she gets up from the floor/You can hit me all you want to, but I don't love you anymore/ Caroline says - while biting her lip/Life is meant to be more than this - and this is a bum trip). Sin embargo el momento más terrible del disco llega con “The Kids” (censurada en España durante el Franquismo) un deprimente tema acústico en que Lou narra como le quitan a Caroline sus hijos por ser una prostituta. Los minutos finales en que se oye a varios niños llamando entre gritos y lloros a su madre es uno de los momentos más duros que nunca he oído en un disco (dice una falsa y morbosa leyenda que para grabarlo Bob Ezrin dijo a sus hijos que su madre había muerto y a continuación les grabó mientras lloraban).
Sin motivos ya para vivir, Caroline opta por suicidarse en el mismo lugar donde se gana la vida, en su cama. En “The Bed” Lou nos narra con una absoluta frialdad como la desgraciada prostituta se corta las venas acompañado de una atmósfera escalofriante que se adueña del tema. Como colofón final, “Sad Song” son las reflexiones de Jim recordando a la difunta Caroline. Es un tema mucho menos deprimente que los anteriores que refleja cierta esperanza ambigua para cerrar el disco.

La grabación de “Berlin” debió ser algo digno de ver, según Lou “nos matamos psicológicamente en ese disco, nos metimos tanto que fue difícil salir de él”. Y, como suponía la discográfica, el público no estaba preparado por entonces para una obra tan dura y extraña y tanto crítica como público le dieron la espalda. Por suerte el tiempo le ha dado la razón y seguramente no sea el único que a día de hoy lo considera uno de los mejores discos de la historia. No sólo eso, sino que muy probablemente ésta sea además la obra favorita del propio Lou Reed de entre toda su discografía.



ABBA - The album (1977)



Sí, en serio. ABBA molan. Bien, olvidemos que salieron de Eurovision. Olvidemos que no son una banda completa y que dependen de músicos de sesión para la base rítmica cual si de los Backstreet Boys se tratasen. Olvidemos que sacaban sus singles muchas veces en castellano como si de Laura Pausini se tratasen. Olvidemos la cantidad de tonadillas que llevamos escuchando en todos los medios desde que tenemos uso de razón, hasta el punto de que ya somos incapaces de juzgarlas con un mínimo de criterio. Olvidemos todo eso y centrémonos en este disco. Imaginemos que alguien nos presta este "The album", y es de un grupo del que no hemos oído hablar nunca. Lo ponemos y ¿qué encontramos? Simplemente un disco de pop, con melodías de primera y muy buenas armonías vocales, impegable producción, muy variado y con arreglos inteligentes. Francamente, yo no podría decir que no a algo así.

Para acabar de disipar las dudas sobre si ABBA, al menos en este disco, son un grupo ordinario, basta con poner el disco y escuchar el primer tema, "Eagle". Ah, nada que ver con singles facilones (que por otro lado también me parecen muy buenos) como "Waterloo" o "Mamma mia". Que va. "Eagle" es una canción más cercana al progresivo medieval de grupos como Renaissance que a la música disco a la que se suele relacionar ABBA. Vale, sí, sigue habiendo un trecho, pero esa melodía mística y solemne, ese ritmo casi ritual, esos extraños sonidos de guitarra... oyendo las canciones más famosas es imposible imaginarles haciendo algo así. Y, ¿sabéis qué? La canción es totalmente maravillosa. Pero mejor aún me parece el single "Take a chance on me". Aquí no hay nada de lo anterior, es simplemente un tema comercial de esos que tan bien se les daban a estos cuatro suecos. Pero que bien. Seguimos con "One man one woman", una balada que quizá podría encajar en el perfil de balada cursi ochentera, pero que afortunadamente tiene una producción y una interpretación más acorde a los setenta y no le cuesta nada revelar su verdadero valor. Su hermosa melodía está fantásticamente acompañada por buenísimos coros, pianos, guitarras acústicas y demás sonidos que simplemente no pueden desagradar y el conjunto de todo acaba por, inevitablemente, conmover. "The name of the game" es algo peor porque tiene un riff y unas estrofas bastante tontas, pese a que el estribillo remonta el vuelo de manera espectacular.

Pasemos a la cara B. La balada folk "Move on" está en la línea de otros temas clásicos como "Fernando" y posiblemente supera a dicho tema, aunque carezca de su terrorífico gancho comercial. "Hole in your soul" es simplmente rock and roll a lo ABBA. Rápido, alegre y contundente, con cierto aire glam. Después de eso viene algo llamado "The Girl With The Golden Hair - 3 scenes from a mini-musical". La primera es la famosa "Thank you for the music". Se le puede acusar de utilizar todos los recursos fáciles habidos y por haber para trascender, emocionar a la gente y reventar las listas de ventas, sí. Pero es que para disfrutar ese disco como se merece hay que saber tragar con estas cosas y francamente... ¿cuánta gente podría hacer un tema de estas características mejor que este? Nada, que es una obra maestra de la música comercial. "I wonder (Departure)" es una balada a piano que es buena, pero más allá de algunos versos realmente memorables ("I wonder... it's frightening...") no ofrece gran cosa. "I'm a marionette" concluye el mini-musical y el disco de una manera que jamás podría haber imaginado. Digamos que el tema está interpretado "a lo ABBA", sin demasiadas estridencias, con los típicos teclados que hay en este disco, etc etc. Pero la composición es algo dramático y épico, tal que la canción podría pasar por una versión de algún grupo de heavy metal. Más concretamente, si me encontrara algún día con algún componente de Savatage, le diría que por favor, graben una versión de este tema. Parece que se haya compuesto para eso.

Me encanta descubrir a la gente grandes obras infravaloradas, o discos poco conocidos que merecen ser oídos por cuanta más gente mejor. Pero también está bien, de vez en cuando, revindicar artistas famosos que mucha gente automáticamente descarta. Quizá no conozcas Tapiman y también quizá conozcas a ABBA de toda la vida y nunca te hayas parado a escuchar atentamente este disco. En ambos casos te estarías perdiendo un gran disco.

Por cierto... sin palabras con respecto a la versión en castellano de "Thank you for the music". No creo que hubiera manera más forzada de adaptar la letra... tampoco es que fuera una letra facil de adaptar... un momento, ¿quién les obligaba?


domingo, 4 de noviembre de 2007

SUI GENERIS - Confesiones de invierno (1973)



Si bien Charly García en Argentina y otros países del Cono Sur es poco menos que un Dios, aquí en España no es nadie, así que hagamos un breve repaso a su figura. Es uno de los músicos más vendedores y respetados en aquel país, tanto por su carrera en solitario como por los grupos en los que ha participado, principalmente Serú Girán, el grupo más exitoso de la historia de Argentina. Canta, y su instrumento es el teclado, tanto el piano como los sintetizadores. Durante la época de los setenta se interesó por el rock progresivo, principalmente con el grupo La Máquina De Hacer Pájaros. Bien, Sui Generis se funda en 1969 como un grupo de rock que contenía entre otros a Charly García como teclista y Nito Mestre como flautista. Cuando llegó el momento de dar su primer concierto, sólo ellos dos se presentaron, y a pesar de los nervios, decidieron echarle valor y actuar los dos solos, tocando Charly la guitarra. El concierto tuvo buena respuesta del público y Sui Generis deciden continuar como dúo. En 1972 debutan con "Vida", con Mestre ya en el papel de guitarrista, cantante principal y flautista y García como compositor de todas las canciones. Es un disco de simpáticas canciones folk, sencillo, con letras que van desde la crítica social al amor, pasando por todo tipo de reflexiones personales. Si bien tiene sus carencias, es un disco que deja ver en cada segundo el entusiasmo de grupo nuevo, y suena tan sincero y apasionado que consigue, inevitablemente, empatizar con los oyentes. Un gran disco, ciertamente. Ese disco los convirtió en estrellas en Argentina, y sus canciones se convirtieron en himnos de la juventud de la época.

En 1973 llegaría su segundo disco, "Confesiones de invierno", una evolución coherente y lógica de lo que venían haciendo. Es claramente el mismo grupo haciendo el mismo tipo de canciones, pero algunos temas se alejan un poco de los patrones rematadamente simples del primer disco. Además, el sonido es mejor y en algunos temas se hace uso de distintos arreglos, tales como metales. Se podría decir que maduraron muy rápidamente en sólo un año. La hímnica balada "Cuando ya me empiece a quedar solo", que abre el disco, ilustra perfectamente a lo que me refiero. Uniendo dos o tres melodías, metiendo algún cambio de ritmo, consiguen aparentar se algo más que dos adolescentes cantando junto a una hoguera, pero mantienen la esencia que hacía de "Vida" el disco encantador que era. De lo mejor del disco. Podemos encontrar también cosas como "Un hada, un ciste", en una línea con toques jazz, anticipando levemente el futuro progresivo de García, o la balada épica "Tribulaciones, lamento y ocaso de un tonto rey imaginario, o no", que cierra el disco, bastante más solemne y pretenciosa que lo mostrado hasta el momento por el grupo. Dos muy buenos temas pero que aún así no considero entre lo mejor del disco.

Lo mejor está, junto con el primer tema, con los momentos que más me recuerdan a esa azucarado inocencia de "Vida". Como "Bienvenidos al tren", alegre e insultantemente simple, pero muy efectiva. O "Lunes otra vez", un intento de combatir la melancolía del aburrido y gris día a día, cantándole con vitalidad y optimismo, a ritmo de blues acústico. "Rasguña las piedras" por su parte me parece una clarísima reescritura de "Canción para mi muerte", el gran éxito de "Vida", sustituyendo la humildad de dicho tema por unos poderosos arreglos de viento metal. Es una canción excelente, y además muy significativa, siendo un evidente canto hacia la libertad en tiempos donde el futuro era incierto y la vida inestable. No sería la última vez que García mostrara rebeldía ante el sistema, pues el siguiente disco de Sui sería un escupitajo a la cara a la represión que se vivía en aquellos años. También están dos temas por los que siento verdadera debilidad. La canción que da título al disco, bastante dylaniana, es algo muy simple, una sencillísima linea de guitarra sobre la que García entona tímidamente una desgarradora letra, una historia amarga de un pobre desgraciado que simplemente no supo afrontar la vida. La otra es "Aprendizaje", la canción que más claramente encaja en su anterior obra, por su letra, por su melodía, por ser una canción algo melancólica, pero optimisma, una canción que mira al futuro con esperanzas. Me dejo la pequeña rareza "Mr. Jones (o pequeña semblanza de una familia tipo americana)", una canción rockera que desgraciadamente dura muy poco y con una letra hilarante.

Siendo franco, no hay que acercarse a este disco buscando grandiosas melodías, sofisticados arreglos o interpretaciones vocales inolvidables. Incluso si acotamos el terreno al de la canción de autor, hay cosas mucho más competentes. Lo que puede suceder es que simplemente, conectes con este disco. Entonces te llegará muy dentro, sus canciones te acompañarán. Lo que en otros discos pueden parecer defectos aquí te pareceran virtudes y sentiras que, irremediablemente, este disco ha pasado a ser una pequeña parte de ti. Quizá pueda parecer que entonces estamos ante una extraña filia mía, y que no debería molestarme en recomendarlo, pero entonces no hay más que ver que otros miles de personas han caído en su hechizo... pues supongo que algro tendrá.

sábado, 3 de noviembre de 2007

TODD RUNDGREN - Runt. The Ballad Of Todd Rundgren (1971)


Éste es uno de mis discos favoritos de todos los tiempos. Quizás sea una manera un poco directa de empezar pero quiero ser sincero, estoy enamorado de este disco y me ha acompañado durante muchísimos momentos en los que me aferré fuertemente a él. También creo que es un disco muy especial, de ésos que desprende un aura mágica, pero en todo caso lo adoro.

Todd Rundgren es un tipo que no debería necesitar presentación, el típico artista inquieto que se atreve a experimentar con todo y que va siempre a su aire haciendo lo que le da la gana y divirtiéndose poniéndoselo difícil a sus fans. Un genio con una creatividad apabullante de ésos que tan pronto grababa un disco donde tocaba todos los instrumentos como se sacaba de la manga una banda con la que probar nuevas ideas y que además en su tiempo libre se dedicaba a producir discos a otros grupos (sus habilidades como productor eran bien conocidas). Este disco aún no forma parte de la etapa más transgresora e inquieta de su carrera, es uno de sus primeros discos en solitario (tras dejar su banda The Nazz) en los cuales demostraba una enorme destreza como compositor y cantante de pop-rock (dicho sea de paso, en este disco me parece que se luce especialmente como cantante aunque no sea algo que se suela mencionar mucho del bueno de Todd). No sería hasta su siguiente disco, el doble “Something/Anything?”, cuando conseguiría un notable éxito comercial además de atreverse a avanzar unos pasos más allá de donde había llegado con sus primeras obras (entre otras cosas en esa obra él toca absolutamente todos los instrumentos en tres cuartas partes del disco y juguetea con más libertad con las posibilidades del estudio). Sin embargo ya dedicaremos otra ocasión para retomar esa fabulosa obra maestra.

Volviendo a lo que nos atañe, “Runt. The Ballad of Todd Rundgren” no es uno de los discos más conocidos o representativos de Todd Rundgren (como el mencionado anteriormente), es una de esas joyas que están escondidas dentro de las largas discografías y que le hacen a uno darse cuenta de cuantos grandes discazos ocultos debe haber por descubrir en este mundo del rock. Y como anticipa su título, éste es un disco intimista que contiene casi en su totalidad baladas y medios tiempos, con lo cual ya están advertidos si no les va este tipo de música, aunque en mi opinión es uno de los discos más bellos que he podido oír, una preciosidad que para mí desprende una especie de ambiente intimista que te invita a acogerte en los brazos del mago Rundgren y dejarte llevar por su música.

Desde temas más optimistas y vitalistas como el inicial “Long Flowing Robe” (a mí ya me tiene ganado con un comienzo así) o “Chain Letter” (mi favorita del disco y del señor Rundgren en general, la leve progresión que hace en sus cinco minutos y la forma como canta son una delicia), a temas mucho más tranquilos y atmosféricos como “Ballad (Denny And Jean)”, “Wailing Wall” o “Boat On The Charles” (en los cuales prácticamente se basa solo en su voz y el piano como acompañamiento), el disco es una magistral demostración de la madurez de Rundgren (ya a estas alturas de su carrera) como compositor, capaz de sacarse de la manga temas tan redondos y de darle a cada uno el tratamiento que necesita (aunque parezca un disco sencillo está lleno de pequeños detalles que se descubren tras varias escuchas).

No es un disco clave en la historia del rock, ni siquiera dentro de la discografía de Rundgren, ni tampoco una obra que te descubra nada nuevo. Es simplemente un disco con el que disfrutar y emocionarte, porque la sensibilidad y belleza que desprende es apabullante. Y a veces eso es justo lo que uno necesita, independientemente de lo que signifique para la historia necesitas oír un disco que toque ciertas fibras sensibles a las que muy pocos llegan. Éste lo consiguió conmigo.

jueves, 1 de noviembre de 2007

ALICE COOPER - Welcome to my nightmare (1975)



Que Alice Cooper fue uno de los mejores grupos de rock americano de la primera mitad de los setenta es algo innegable. Que su disolución fue una gran pérdida es innegable también, principalmente porque tras dos extraños y olvidados primeros discos, llevaban una racha de cinco discos enormes. Pero bueno, pasó lo que pasó, y tras un buenísimo "Muscle of love" en 1973, el grupo se desbandó. Entonces Vincent Fournier, que ya usaba el pseudónimo de Alice Cooper por aquel entonces, a pesar de que a nivel musical no era un miembro más que el grupo, protagonizó una de las estrategias comerciales más extrañas y por otro lado rastreras de la historia del rock. Se cambió su nombre legalmente por el de Alice Cooper para poder continuar sacando discos con ese nombre... a fin de cuentas, Alice Cooper es un nombre de persona totalmente normal (pese a ser femenino) y todo el mundo tiene derecho a publicar obras bajo su nombre así que... ¿quién se lo podía impedir?

No tardó Cooper en reaparecer con "Welcome to my nightmare", su primer disco en solitario. Para ello se rodeó de grandes músicos, siendo los más destacados el grandioso bajista Tony Levin, el productor y teclista Bob Ezrin, con quien ya había colaborado en su etapa grupal y el magnífico guitarrista Dick Wagner, que entre otras cosas había grabado algunas grandes obras con Lou Reed, y que se convertiría en la mano derecha de Cooper durante unos cuantos albumes, coescribiendo muchas grandes canciones, y volviendo para el disco "DaDa" de 1983, uno de los mejores discos de Alice. Musicalmente sigue más o menos la estela de la música que llevaba esos años haciendo. Sonido rockero muy clásico, con alguna melodía más pop, otros toques sinfónicos, teatralidad, mezcla de temas divertidos con otros más tétricos... quizá el sonido del disco es en general algo más ocuro que en anteriores entregas, pero en general no presenta grandes diferencias.

Quizá la inicial "Welcome to my nightmare" sea el sello de identidad de la carrera solista de Cooper, al menos durante el periodo 75-83. La melodía es pegadiza y bastante sencilla, pero la canción no es un claro single, sino que está construída como un mediotiempo óscuro que empieza con unas inquietantes guitarras acústicas y acaba como algo muy recargado, lleno de solos de guitarra e instrumentos de viento. Es un impresionante comiezo, que puede no resultar muy espectacular al principio, pero que resulta siendo muy adictiva. "Devil's food" es un tema más hardrockero, que supone el único bajón del disco. La razón es que empieza muy bien, con un gran y una mejor parte cantada, pero más de la mitad del tema está ocupada por un monólogo del actor Vincent Price. No es que quede algo horrible, pero sí llega a arruinar el potencial del tema, que no era poco. La poderosa "The black widow", con ese riff en el que seguramente Iron Maiden se inspiraron para el tema "Powerslave", es mucho mejor, y muestra un perfecto equilibro entre la faceta teatral y oscura del disco y su lado más rockero. "Some folks" es un tema muy olvidado. Parece sacado de algún musical de Broadway, y es ciertamente divertido, pero no acaba de encajar como uno de los temas oscuros del disco ni como uno de los grandes himnos del mismo. Ciertamente no deja de ser una gran canción, y pese a lo que digo tampoco desentona en el disco, pero siempre me ha dado la sensación de no ser un tema muy aclamado.

El single "Only woman bleed" es la balada clásica de Alice Cooper por excelencia (y si crees que es "Only my heart talkin'" te prohibo seguir leyendo este blog, degenerado). Es siniestra y muy acorde al sonido del disco, pero por otro lado es hermosa e intimista, mostrándonos una faceta de este cantante que apenas conocíamos, y que a partir de ese disco sacaría algo más de partido. El otro single, "Department of youth", es un glam rock a la vieja usanza. Riff sencillote y pegadizo, coros de niños, estribillo de los de estadio cantando... Menos famosa pero no peor es "Cold Ethyl", que directamente es un tema de rock duro, potente y facilón, ya sin el toque pop del anterior, más energético e igualmente fiestero. Con "Years ago" se inicia la parte más siniestra del álbum y quizá de la carrera de Coop. Es una buena introducción a posiblemente el mejor tema del disco, "Steven", una canción realmente infernal, construída sobre un insistente riff de piano y con una histriónica interpretación vocal que recuerda a la que hizo en "Ballad of Dwight Fry" del mítico "Love it to death". No es de extrañar que junto a algunos temas más, interprete estos temas en las últimas giras casi unidos, como si de una miniobra teatral se tratara. La posterior "The awakening" es algo intrascendente tras esta obra maestra, pero la atmósfera siniestra es la mejor conseguida de todo el disco y la forma de cantar es totalmente inquietante. Magistralmente el disco da un giro de 180º hacia el último tema, "Escape", un tema rockero muy sencillo, de esos de riffs de tres acordes, sonido directo y estribillo de esos repetitivos y que tanto se pegan. Este último tema siempre estuvo entre mis favoritos del disco, y es que pese a todos sus desvaríos, sus pretensiones y sus extraños temas, Alice Cooper es, ante todo, un rockero, y temas como este se le dan de miedo.

"Welcome to my nightmare" es una obra maestra, lo mejor que ha grabado Alice en solitario y perfectamente equiparable a discos como "Killer" o "Love it to death". Y la portada mola.