Éste es uno de mis discos favoritos de todos los tiempos. Quizás sea una manera un poco directa de empezar pero quiero ser sincero, estoy enamorado de este disco y me ha acompañado durante muchísimos momentos en los que me aferré fuertemente a él. También creo que es un disco muy especial, de ésos que desprende un aura mágica, pero en todo caso lo adoro.
Todd Rundgren es un tipo que no debería necesitar presentación, el típico artista inquieto que se atreve a experimentar con todo y que va siempre a su aire haciendo lo que le da la gana y divirtiéndose poniéndoselo difícil a sus fans. Un genio con una creatividad apabullante de ésos que tan pronto grababa un disco donde tocaba todos los instrumentos como se sacaba de la manga una banda con la que probar nuevas ideas y que además en su tiempo libre se dedicaba a producir discos a otros grupos (sus habilidades como productor eran bien conocidas). Este disco aún no forma parte de la etapa más transgresora e inquieta de su carrera, es uno de sus primeros discos en solitario (tras dejar su banda The Nazz) en los cuales demostraba una enorme destreza como compositor y cantante de pop-rock (dicho sea de paso, en este disco me parece que se luce especialmente como cantante aunque no sea algo que se suela mencionar mucho del bueno de Todd). No sería hasta su siguiente disco, el doble “Something/Anything?”, cuando conseguiría un notable éxito comercial además de atreverse a avanzar unos pasos más allá de donde había llegado con sus primeras obras (entre otras cosas en esa obra él toca absolutamente todos los instrumentos en tres cuartas partes del disco y juguetea con más libertad con las posibilidades del estudio). Sin embargo ya dedicaremos otra ocasión para retomar esa fabulosa obra maestra.
Volviendo a lo que nos atañe, “Runt. The Ballad of Todd Rundgren” no es uno de los discos más conocidos o representativos de Todd Rundgren (como el mencionado anteriormente), es una de esas joyas que están escondidas dentro de las largas discografías y que le hacen a uno darse cuenta de cuantos grandes discazos ocultos debe haber por descubrir en este mundo del rock. Y como anticipa su título, éste es un disco intimista que contiene casi en su totalidad baladas y medios tiempos, con lo cual ya están advertidos si no les va este tipo de música, aunque en mi opinión es uno de los discos más bellos que he podido oír, una preciosidad que para mí desprende una especie de ambiente intimista que te invita a acogerte en los brazos del mago Rundgren y dejarte llevar por su música.
Desde temas más optimistas y vitalistas como el inicial “Long Flowing Robe” (a mí ya me tiene ganado con un comienzo así) o “Chain Letter” (mi favorita del disco y del señor Rundgren en general, la leve progresión que hace en sus cinco minutos y la forma como canta son una delicia), a temas mucho más tranquilos y atmosféricos como “Ballad (Denny And Jean)”, “Wailing Wall” o “Boat On The Charles” (en los cuales prácticamente se basa solo en su voz y el piano como acompañamiento), el disco es una magistral demostración de la madurez de Rundgren (ya a estas alturas de su carrera) como compositor, capaz de sacarse de la manga temas tan redondos y de darle a cada uno el tratamiento que necesita (aunque parezca un disco sencillo está lleno de pequeños detalles que se descubren tras varias escuchas).
No es un disco clave en la historia del rock, ni siquiera dentro de la discografía de Rundgren, ni tampoco una obra que te descubra nada nuevo. Es simplemente un disco con el que disfrutar y emocionarte, porque la sensibilidad y belleza que desprende es apabullante. Y a veces eso es justo lo que uno necesita, independientemente de lo que signifique para la historia necesitas oír un disco que toque ciertas fibras sensibles a las que muy pocos llegan. Éste lo consiguió conmigo.
Todd Rundgren es un tipo que no debería necesitar presentación, el típico artista inquieto que se atreve a experimentar con todo y que va siempre a su aire haciendo lo que le da la gana y divirtiéndose poniéndoselo difícil a sus fans. Un genio con una creatividad apabullante de ésos que tan pronto grababa un disco donde tocaba todos los instrumentos como se sacaba de la manga una banda con la que probar nuevas ideas y que además en su tiempo libre se dedicaba a producir discos a otros grupos (sus habilidades como productor eran bien conocidas). Este disco aún no forma parte de la etapa más transgresora e inquieta de su carrera, es uno de sus primeros discos en solitario (tras dejar su banda The Nazz) en los cuales demostraba una enorme destreza como compositor y cantante de pop-rock (dicho sea de paso, en este disco me parece que se luce especialmente como cantante aunque no sea algo que se suela mencionar mucho del bueno de Todd). No sería hasta su siguiente disco, el doble “Something/Anything?”, cuando conseguiría un notable éxito comercial además de atreverse a avanzar unos pasos más allá de donde había llegado con sus primeras obras (entre otras cosas en esa obra él toca absolutamente todos los instrumentos en tres cuartas partes del disco y juguetea con más libertad con las posibilidades del estudio). Sin embargo ya dedicaremos otra ocasión para retomar esa fabulosa obra maestra.
Volviendo a lo que nos atañe, “Runt. The Ballad of Todd Rundgren” no es uno de los discos más conocidos o representativos de Todd Rundgren (como el mencionado anteriormente), es una de esas joyas que están escondidas dentro de las largas discografías y que le hacen a uno darse cuenta de cuantos grandes discazos ocultos debe haber por descubrir en este mundo del rock. Y como anticipa su título, éste es un disco intimista que contiene casi en su totalidad baladas y medios tiempos, con lo cual ya están advertidos si no les va este tipo de música, aunque en mi opinión es uno de los discos más bellos que he podido oír, una preciosidad que para mí desprende una especie de ambiente intimista que te invita a acogerte en los brazos del mago Rundgren y dejarte llevar por su música.
Desde temas más optimistas y vitalistas como el inicial “Long Flowing Robe” (a mí ya me tiene ganado con un comienzo así) o “Chain Letter” (mi favorita del disco y del señor Rundgren en general, la leve progresión que hace en sus cinco minutos y la forma como canta son una delicia), a temas mucho más tranquilos y atmosféricos como “Ballad (Denny And Jean)”, “Wailing Wall” o “Boat On The Charles” (en los cuales prácticamente se basa solo en su voz y el piano como acompañamiento), el disco es una magistral demostración de la madurez de Rundgren (ya a estas alturas de su carrera) como compositor, capaz de sacarse de la manga temas tan redondos y de darle a cada uno el tratamiento que necesita (aunque parezca un disco sencillo está lleno de pequeños detalles que se descubren tras varias escuchas).
No es un disco clave en la historia del rock, ni siquiera dentro de la discografía de Rundgren, ni tampoco una obra que te descubra nada nuevo. Es simplemente un disco con el que disfrutar y emocionarte, porque la sensibilidad y belleza que desprende es apabullante. Y a veces eso es justo lo que uno necesita, independientemente de lo que signifique para la historia necesitas oír un disco que toque ciertas fibras sensibles a las que muy pocos llegan. Éste lo consiguió conmigo.
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