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viernes, 6 de junio de 2008

ELLIOTT MURPHY - Night lights (1976)



Quizá Elliott Murphy sea un segundón. Su popularidad es relativamente poca, y pocas veces será mencionado en las listas de grandes compositores del siglo XX, junto a John Lennon o Lou Reed. Quizá su estilo sea poco personal, sea simplemente, un cantautor al uso. Sin embargo, hay algo. Este hombre tiene un magnetismo irresistible. Desde oír su cálida voz decir cualquier verso, hasta su resplandeciente presencia en el escenario, con su eterna sonrisa y su porte caballeresco.

Es por eso que su música genera una simpatía dificilmente igualable, una sensación que hace dificil admitir que una canción no te gusta aunque, efectivamente, no te guste. Pero Elliott Murphy no es sólo fachada. Además graba música, y ciertamente buena. Tiene muchos discos de los cuales no he escuchado todos, pero en los setenta este tipo estaba bastante inspirado (y aunque no sé como ha evolucionado su carrera, en estos últimos años está haciendo también cosas bastante buenas). "Night lights" es su tercer disco, y un perfeccionamiento de lo que venía haciendo con sus anteriores, "Aquashow" y "Lost generation". "Night lights" quiere decir cuarenta minutos de excelente canción de autor, con influencias de grandes como Bob Dylan o Lou Reed, así como maravillosos arreglos instrumentales y marcado sabor pop e incluso glam.

Es un disco hecho para gustar de primeras. Aunque este hombre tiene textos excelentes, no es necesario entender sus letras, pues su música se sustenta por si sola, el entendimiento de estos temas va por encima de lo que sus líricas pretendan decir. Basta enchufar cualquier tema y cerrar los ojos para imaginar exactamente lo que sugiere el título del disco: la gran ciudad, ambientes oscuros, marginales, pero no desde el punto de vista de la decadencia, la drogadicción y el puterío del que hablaría Lou Reed, sino desde el alegre vividor, aquel que sabe hacer suya la noche y luego narrarla para hacernos sentir parte de ella.

No hay nada como el IMPRESIONANTE himno "Diamonds by the yard" para comenzar el disco. Abrimos los ojos, despertamos en Nueva York al atardecer, y mientras el sol cae, las luces de la noche nacen. Y Elliott se presenta:

"As I lay down with my lady
The sounds of the night keep me warm
I'm living a city life - I'm living maybe
But tonight there's no reason to be strong"


El ritmo repetitivo sustenta un tema que crece en potencia continuamente, hasta llegar a la mágica estrofa que abre con uno de los más memorables versos que escribió Murphy:

"Somewhere in these night lights lies the answer
And you can get diamonds by the yard
A tiffany dream - A porcelain dancer
An old man playing blues guitar"


Este es el mundo que quiere mostrarnos. El mundo al que pertenece. El mundo que ama. Y es que "Diamonds by the yard" no es sino una canción de amor, amor a un estilo de vida, el estilo de vida de los despreocupados, de los que no piensan en el mañana, de los que saben apreciar los pequeños placeres de la vida: un vaso de whisky con una buena conversación, una actuación musical en un rincón oscuro de alguien por quien nadie más que tú daría dos duros, el permitirse fantasear durante dos minutos con la atractiva mujer virtualmente inaccesible que está apoyada en la barra.

"Midnight I surrender
I live beneath your ancient spell
You've been my lover since I can't remember
You save my life with the stories you tell"


Y Elliott nos toma de la mano y nos lleva a bailar. Estás en un lugar amplio, lleno de gentuza. Algunos son negros, otros son irlandeses. Otros no parecen de ningún lugar del que hayas oído hablar. Pero por gentuza que sea, estás seguro entre ellos. Estás ahí para hacer el "Decco dance". Y no importa quien seas, ni quien hayas sido. A nadie le importa que tu gloria haya terminado. Puedes unirte a la danza y ser uno más. Simplemente, dejarse llevar. Sentir el ritmo y ser feliz. Dejarte hechizar por ese violín maldito y dejar que las luces de la noche entren en ti para no salir.

Sí, eso es "Night lights". Dejarse llevar por el vicio sin tener en cuenta que dentro de cuatro horas tienes que ser un señor respetable. Revelarse contra la madurez mal entendida. Los temas se suceden como los pliegues de un abanico que no es otro que las sensaciones que uno puede encontrar en los bajos fondos, si sabe buscar. Todo lleno de romanticismo y de aparentemente indiscutible sinceridad, como la de quien comparte un secreto contigo, considerando que eres alguien digno de conocer un delicioso gusto minoritario.

El momento cumbre llega con la susurrante balada "You'll never know what you're in for", una de las mejores canciones de Elliott Murphy. Por un momento se nos descubre el lado oscuro de todo, pero no condenándolo, sino con resignación. Sí, seremos basura. Esto es lo que hay. Nunca sabrás lo que te espera. El estribillo es hermoso, sutil, y mismamente crudo, y la lamentosa armónica pincela con sabiduría pero sin precisión la grotesca pero armoniosa escena.

"And we are all junkies, pushers, pimps and pushers
You never know what you're in for
And you can shake it, try to forsake it
But you know you’re gonna take it
You never know what you're in for"


Ahí está, con sus luces y sumbras. Quien quiera puede rehuírla. Pero ocasionalmente, siempre hay alguien que cae preso de ella. Y podrá conocer a la singular "Lady Stiletto" ("Her T-shirt's ripped with a passion, her mind's been raped by Rolling Stones"). O buscar un héroe cualquiera con el que huir de este mundo que se desmorona. Compadecerte de aquellas chicas a las que les sobra el dinero pero que ni saben bailar, ni son conscientes de su carencia. Descubrir que cualquier día es bueno para sentir que vuelven los buenos tiempos.

"Night lights" es un disco para soñar e idealizar. Saber que algunos tiempos y algunos lugares realmente no fueron tan buenos, y que ello no te impida imaginar por unos instantes la vida del más despreciable animal urbano y quererla como tuya.

jueves, 10 de abril de 2008

NEIL YOUNG - After the gold rush (1970)



Hay momentos en los que uno se siente agobiado y todo le cansa, le satura. Un disco de Iron Maiden le parece demasiado potente, uno de Genesis demasiado retorcido, uno de Queen demasiado pomposo y, en general, todo disco le parece demasiado algo. Es por eso que discos como este deben existir, porque algunos somos capaces de encontrar en él ese refugio que en momentos así todo lo demás parece negarnos. Un disco que no requiere ningún esfuerzo por parte del oyente, que simplemente se desliza por el oído, y le transmite la sensación de que, no importa si hace un momento estaba escuchando otro disco, o si acaba de llegar de trabajar diez horas seguidas, su música le reconforta y le hace sentir como si se reencontrara consigo mismo.

Existe canciones con la llamada vocación de clásico. Esas canciones como "Smoke on the water", como "We are the champions", que si una persona escuchara por primera vez en el contexto de su disco sin conocerlas de antes y sin saber que son grandes éxitos del siglo XX seguramente pensaría que, gustándole más gustándole menos, pareciéndole mejores o peores, deben ser inevitablemente las canciones más populares y aclamadas de sus respectivos grupos. Porque para trascender no basta muchas veces con ser bueno, sino con saber añadir ese nosequé especial que hace que la música cale en el corazón y en la memoria colectiva. Cuando escucho "After the gold rush", siento eso mismo con cada canción. Todo suena con la naturalidad que tienen esas melodías que si no existieran habría que inventarlas, y que de hecho resulta extraño que alguien no escribiera antes.

No soy un gran experto en Neil Young, no sólo porque tenga muchos discos y sea dificil abarcar toda su discografía, sino porque además me faltan muchas grandes obras suyas por escuchar. No he escuchado "Everybody knows this is nowhere", y apenas he escuchado una vez "Tonight's the night", pero sinceramente, debido a lo que he logrado conecta con este "After the gold rush", dudo mucho que lleguen a entusiasmarme de manera tan honda. Lo que encontrarás aquí es suave y delicioso folk rock. Mucha guitarra acústica, piano, melodías dulces. Un disco relajante como pocos, directo desde el corazón del campo norteamericano, para evadirse mentalmente de la vida de la ajetraeda vida moderna.

Cada canción es una joya en si misma, cada melodía, un prodigio. Cada nota, cada entonación, está en su lugar perfecto. cada armonía vocal realza maravillosamente las líneas melódicas. Yéndonos a uno de los temas menos conocidos, "Birds", tenemos un piano sencillísimo y una hermosa melodía, que toca el cielo con el verso "When you see me flying away without you..." perfectamente armonizado. Y le sigue mi favorita, "When you dance I can really love", algo más rockero que la media del disco, con una melodía extravagantemente genial y con esos crujientes sonidos de guitarra tan característicos en Young y tan ausente en este disco. El disco empieza con la preciosísima acústica "Tell me why", seguida del tema título, una escalofriante canción que bien podría estar entre las mejores a piano jamás escrita. "I believe in you", los clásicos "Only love can break your heart" (qué melodía, joder) y "Southern man", con su tosco y potente solo de guitarra central... ¿Y qué decir de la melancólica versión del country "Oh, lonesome me", donde cada entrada de la armónica provoca profundos escalofríos? Sin olvidarnos de "Don't let it bring you down", un tema humilde que aún así podría ser coreado por miles de personas en un estadio, con un estribillo antológico.


"After the gold rush"
es uno de esos discos totalmente especiales, que sin ofrecer nada que no se haya visto mil veces, acaba por volverse insustituible. Podría extenderme mucho más sobre las cualidades de cada canción, pero es que con una música así, es casi ofensivo. Dudo que Neil escribiera e interpretara estos temas para que nadie los diseccionara con un bisturí.

domingo, 6 de abril de 2008

PESCADO RABIOSIO - Artaud (1973)



Hay gente que es muy injusta con el rock hispano, y que no le tiembla la voz a la hora de calificarlo como una mala copia del rock anglosajón si se limita a inspirarse en los grandes grupos de fuera. Quiero decir: si unos chavales ingleses decieden montar un grupo de blues rock que no aporta nada especialmente revolucionario, pues no pasa nada, pero si unos españoles hacen lo mismo, no habrá quien los acuse de poca originalidad, y por extensión de ser parte de "el problema" del rock hispano, cuando realmente hacen algo tan (o tan poco) reprochable como los ingleses anteriormente nombrados. Pues la gente que piensa así comete a veces graves errores, puesto que hay rock hispano que a lo mejor se isnpira principalmente en lo de fuera, que ni revoluciona nada ni aporta elementos autóctonos, pero que aún así, tiene personalidad. Tiene identidad, un sonido propio, y entrega algo que ningún otro disco anglosajón puede aportar. "Artaud" es eso mismo, un disco que no inventa nada, y que al mismo tiempo, tiene suficiente identidad propia como para justificar su existencia (como si tener grandes canciones no lo justificara lo suficiente).

Luis Alberto Spinetta es un músico de sobras conocido en Sudamérica, pero no tanto en España, sí que hablaré un poco de él. Es una de las grandes figuras del rock argentino, de hecho podría considerarse que su grupo Almendra, junto a Los Gatos y Manal, fueron los padres del rock argentino. A este grupo le siguió Pescado Rabioso, que grabó dos discos "Desatormentándonos" y "Pescado 2". Tras la separación del grupo, Spinetta llevó a cabo la ilícita decisión de sacar un disco en solitario bajo el aspecto del tercer disco de Pescado Rabioso, rodeado de músicos que no tenían que ver con lo que era el grupo. Por aquel entonces se justificó diciendo que le gustaba mucho el nombre del grupo y que lanzarlo bajo su propio nombre le parecía que no tenía gancho, aunque como se vio más adelante, cambiaría de opinión.

La diferencia con los anteriores discos es notable. Mientras que los anteriores eran blues rock con algún tinte progresivo, esto tiene un estilo totalmente distinto. De nueve temas que componen el disco, cinco están grabados sólo por Spinetta, a la guitarra acústica principalmente, aunque también aparece la eléctrica, en algunos temas de manera contundente y poderosa, y en otros pincelando pequeños matices que quedan de auténtico lujo. Aún así no es un disco de canción de autor, o de serlo, no es un disco de canción de autor al uso. Las melodías son extrañas, surrealistas, de alguna manera tratando de acompañar las letras, y en conjunto siento un homenaje al poeta francés Antonin Artaud. Es esto lo que lo convierte en una experiencia única, al menos dentro del rock. Spinetta, al menos en sus mejores momentos, puede ser acusado de todo menos de ser ordinario, y "Artaud" es la obra donde más se distingue del resto, donde de verdad merece el apelativo de único.

"Todas las hojas son del viento" es la canción que da comienzo a la obra. Empieza de manera súbita, con la voz de Spinetta entrando al mismo tiempo que la primera nota de guitarra, con una melodía brusca en las estrofas y delicada en el estribillo. Esta canción tiene su historia, ligada a Cristina Bustamanete. Cristina es su primer gran amor, a la que dedicó el primer éxito de su carrera, "Muchacha (ojos de papel)" de Almendra, y cantó el "Blues de Cris" tras la ruptura. Ahora parece que Cristina está embarazada de otro hombre, y Spinetta le dedica esta canción, deseándole suerte en la nueva vida que le espera, dándole ánimos para poder emprender la tarea de la maternidad de manera correcta.

En este disco encontramos una canción que seguramente sea LA JOYA de Spinetta, quizá (y sólo quizá) unicamente tras "Los libros de la buena memoria" de Invisible, "Cantata de puentes amarillos". Con apenas poco más que la guitarra acústica y su voz se despliegan ocho imponentes minutos de melodías soberbias que aparecen y desaparecen, como lo que es una de las suites progresivas más extravagantes jamás grabadas. La letra, como es habitual en Spinetta, no dice nada y al mismo tiempo lo dice todo, es infalible llenando la mente de imágenes sugerentes, oscuras, que se bastan por si mismas para reproducir en la imaginación de cada oyente cual sería el más perfecto videoclip para el tema.

En el aspecto más rockero del disco tenemos otra gran joya llamada "Bajan", el temás más normal del disco y de nuevo una de las composiciones más perfectas de Spinetta, con un estribillo GRANDIOSO y un trabajo de guitarra eléctrica rebosante de clase. También están "Superchería", con muy buenos cambios de ritmos (yo personalmente adoro la parte más rockera, "Siempre soñar, nunca creer, eso es lo que mata tu amor..."), o el oscuro blues "Cementerio club", que remite perfectamente a ese "Pescado 2". El último tema que me gustaría destacar es la psicodélica "A Starosta, el idiota", donde además aparece un piano que suena delicioso y Spinetta canta con muchísima fuerza en algunos momentos.

"Artaud"
es un disco irrepetible. Un mundo aparte en el que zambullirse de cabeza, y perderse en una sencíllez que nunca deja de revelar nuevos detalles. Una prodigiosa creación que parece no haber terminado nunca de entregar todo lo que puede. Posiblemente, y sin demasiados rivales a tener en cuenta, la obra maestra del rock en español.



domingo, 11 de noviembre de 2007

LOU REED - Berlin (1973)


A Lou Reed desde luego no le iba lo fácil. En 1972 con “Transformer” consiguió su primer gran éxito popular tras fracasar comercialmente tanto con su anterior banda, The Velvet Underground, como con un debut en solitario que no colmó las expectativas depositadas en él. Con la ayuda de Bowie, consiguió por fin abrazar el éxito masivo con una de sus mejores discos y ayudado por un single que se convirtió en un clásico desde el día en que vió la luz, “Walk On The Wild Side”.
Y sin embargo, pese a lo que le costó llegar tan alto, lo primero que quiso grabar tras ser un artista conocido fue un disco doble sobre las desgracias de una decadente prostituta berlinesa. La discográfica se dió cuenta entonces de con qué clase de pirado estaban tratando, y tras intentar disuadirle en vano se tuvieron que conformar con haberle convencido de que al menos no fuera un disco doble. Fue inútil, “Berlin” fue un rotundo fracaso comercial de todas maneras. En la edad de oro del glam-rock a nadie le importaban las vivencias de una prostituta que se acaba suicidando.

Y es que “Berlin” es uno de los discos más terribles y angustiosos de la historia del rock. Siendo fiel al estilo que ha seguido siempre como letrista, Lou no utiliza la historia de Caroline para concienciar o criticar, simplemente escupe retazos de realidad de la forma más cruda y fría posible. En ningún momento redime a los personajes ni tiene compasión por ellos: ella es una prostituta que está condenada desde el inicio del disco; Jim, su chico, no sólo la maltrata sino que al final, cuando Caroline ya se ha suicidado y la recuerda con nostalgia mirando fotos suyas, aún tiene la sinceridad de decir que de todos modos cualquier otro le habría roto los brazos. Jim y Caroline son fragmentos de una realidad que Lou Reed no tiene ninguna intención de adornar o suavizar.

En lo que respecta a la música, “Berlin” también fue un disco bastante rupturista respecto a su anterior obra y de hecho es difícil definir a qué suena exactamente. Primero de todo cabe hacer justicia a la gente de la que se rodeó Lou: una impecable banda que luego le acompañaría en la posterior gira (reflejada en el famoso “Rock ‘N’ Roll Animal”) y con la participación especial de Jack Bruce al bajo y Steve Winwood al órgano. Además el productor es nada más y nada menos que el gran Bob Ezrin, que hizo aquí uno de sus mejores trabajos (sobre todo en lo que respecta al uso de numerosos instrumentos de viento y violines en la mayoría de canciones).

El disco tiene un inicio que siempre me ha encantado: una extraña voz distorsionada, voces de alegría cantando el “Cumpleaños Feliz” que se desvanece y un omnipresente piano que esboza una triste melodía que poco a poco cobra protagonismo hasta dar inicio al tema homónimo del disco, uno de los pocos momentos de intimidad que se nos ofrecerá con Lou cantando solo acompañado por el piano y un ambiente silencioso.
Cada canción, cada pincelada de la historia, sigue un estilo distinto a la anterior (aunque tengan rasgos en común): “Lady Day” tiene cierto toque dramático con ese maravilloso estribillo; “Men Of Good Fortune” nos devuelve a la intimidad del tema inicial con el piano; “Caroline Says I” es lo más parecido a un momento alegre que encontraremos, excelentemente acompañada de violines y flautas; “How Do You Think It Feels” destaca por sus marcadas trompetas y un maravilloso solo de guitarra; “Oh Jim” tiene dos partes bien diferenciadas, la primera tiene como protagonista las trompetas y una poderosa batería remarcando el ritmo y la segunda es un momento acústico en que Caroline pregunta a Jim por qué la maltrata de esta manera.
En la segunda cara del disco ya prácticamente no hay instrumentos de viento y el dramatismo se acrecenta para dar paso al desenlace de la historia que se nos ha presentado en la primera cara. Empieza con mi favorita, la preciosa y tristísima balada “Caroline Says II”, con una letra que siempre me ha parecido brutal (Caroline says - as she gets up from the floor/You can hit me all you want to, but I don't love you anymore/ Caroline says - while biting her lip/Life is meant to be more than this - and this is a bum trip). Sin embargo el momento más terrible del disco llega con “The Kids” (censurada en España durante el Franquismo) un deprimente tema acústico en que Lou narra como le quitan a Caroline sus hijos por ser una prostituta. Los minutos finales en que se oye a varios niños llamando entre gritos y lloros a su madre es uno de los momentos más duros que nunca he oído en un disco (dice una falsa y morbosa leyenda que para grabarlo Bob Ezrin dijo a sus hijos que su madre había muerto y a continuación les grabó mientras lloraban).
Sin motivos ya para vivir, Caroline opta por suicidarse en el mismo lugar donde se gana la vida, en su cama. En “The Bed” Lou nos narra con una absoluta frialdad como la desgraciada prostituta se corta las venas acompañado de una atmósfera escalofriante que se adueña del tema. Como colofón final, “Sad Song” son las reflexiones de Jim recordando a la difunta Caroline. Es un tema mucho menos deprimente que los anteriores que refleja cierta esperanza ambigua para cerrar el disco.

La grabación de “Berlin” debió ser algo digno de ver, según Lou “nos matamos psicológicamente en ese disco, nos metimos tanto que fue difícil salir de él”. Y, como suponía la discográfica, el público no estaba preparado por entonces para una obra tan dura y extraña y tanto crítica como público le dieron la espalda. Por suerte el tiempo le ha dado la razón y seguramente no sea el único que a día de hoy lo considera uno de los mejores discos de la historia. No sólo eso, sino que muy probablemente ésta sea además la obra favorita del propio Lou Reed de entre toda su discografía.



domingo, 4 de noviembre de 2007

SUI GENERIS - Confesiones de invierno (1973)



Si bien Charly García en Argentina y otros países del Cono Sur es poco menos que un Dios, aquí en España no es nadie, así que hagamos un breve repaso a su figura. Es uno de los músicos más vendedores y respetados en aquel país, tanto por su carrera en solitario como por los grupos en los que ha participado, principalmente Serú Girán, el grupo más exitoso de la historia de Argentina. Canta, y su instrumento es el teclado, tanto el piano como los sintetizadores. Durante la época de los setenta se interesó por el rock progresivo, principalmente con el grupo La Máquina De Hacer Pájaros. Bien, Sui Generis se funda en 1969 como un grupo de rock que contenía entre otros a Charly García como teclista y Nito Mestre como flautista. Cuando llegó el momento de dar su primer concierto, sólo ellos dos se presentaron, y a pesar de los nervios, decidieron echarle valor y actuar los dos solos, tocando Charly la guitarra. El concierto tuvo buena respuesta del público y Sui Generis deciden continuar como dúo. En 1972 debutan con "Vida", con Mestre ya en el papel de guitarrista, cantante principal y flautista y García como compositor de todas las canciones. Es un disco de simpáticas canciones folk, sencillo, con letras que van desde la crítica social al amor, pasando por todo tipo de reflexiones personales. Si bien tiene sus carencias, es un disco que deja ver en cada segundo el entusiasmo de grupo nuevo, y suena tan sincero y apasionado que consigue, inevitablemente, empatizar con los oyentes. Un gran disco, ciertamente. Ese disco los convirtió en estrellas en Argentina, y sus canciones se convirtieron en himnos de la juventud de la época.

En 1973 llegaría su segundo disco, "Confesiones de invierno", una evolución coherente y lógica de lo que venían haciendo. Es claramente el mismo grupo haciendo el mismo tipo de canciones, pero algunos temas se alejan un poco de los patrones rematadamente simples del primer disco. Además, el sonido es mejor y en algunos temas se hace uso de distintos arreglos, tales como metales. Se podría decir que maduraron muy rápidamente en sólo un año. La hímnica balada "Cuando ya me empiece a quedar solo", que abre el disco, ilustra perfectamente a lo que me refiero. Uniendo dos o tres melodías, metiendo algún cambio de ritmo, consiguen aparentar se algo más que dos adolescentes cantando junto a una hoguera, pero mantienen la esencia que hacía de "Vida" el disco encantador que era. De lo mejor del disco. Podemos encontrar también cosas como "Un hada, un ciste", en una línea con toques jazz, anticipando levemente el futuro progresivo de García, o la balada épica "Tribulaciones, lamento y ocaso de un tonto rey imaginario, o no", que cierra el disco, bastante más solemne y pretenciosa que lo mostrado hasta el momento por el grupo. Dos muy buenos temas pero que aún así no considero entre lo mejor del disco.

Lo mejor está, junto con el primer tema, con los momentos que más me recuerdan a esa azucarado inocencia de "Vida". Como "Bienvenidos al tren", alegre e insultantemente simple, pero muy efectiva. O "Lunes otra vez", un intento de combatir la melancolía del aburrido y gris día a día, cantándole con vitalidad y optimismo, a ritmo de blues acústico. "Rasguña las piedras" por su parte me parece una clarísima reescritura de "Canción para mi muerte", el gran éxito de "Vida", sustituyendo la humildad de dicho tema por unos poderosos arreglos de viento metal. Es una canción excelente, y además muy significativa, siendo un evidente canto hacia la libertad en tiempos donde el futuro era incierto y la vida inestable. No sería la última vez que García mostrara rebeldía ante el sistema, pues el siguiente disco de Sui sería un escupitajo a la cara a la represión que se vivía en aquellos años. También están dos temas por los que siento verdadera debilidad. La canción que da título al disco, bastante dylaniana, es algo muy simple, una sencillísima linea de guitarra sobre la que García entona tímidamente una desgarradora letra, una historia amarga de un pobre desgraciado que simplemente no supo afrontar la vida. La otra es "Aprendizaje", la canción que más claramente encaja en su anterior obra, por su letra, por su melodía, por ser una canción algo melancólica, pero optimisma, una canción que mira al futuro con esperanzas. Me dejo la pequeña rareza "Mr. Jones (o pequeña semblanza de una familia tipo americana)", una canción rockera que desgraciadamente dura muy poco y con una letra hilarante.

Siendo franco, no hay que acercarse a este disco buscando grandiosas melodías, sofisticados arreglos o interpretaciones vocales inolvidables. Incluso si acotamos el terreno al de la canción de autor, hay cosas mucho más competentes. Lo que puede suceder es que simplemente, conectes con este disco. Entonces te llegará muy dentro, sus canciones te acompañarán. Lo que en otros discos pueden parecer defectos aquí te pareceran virtudes y sentiras que, irremediablemente, este disco ha pasado a ser una pequeña parte de ti. Quizá pueda parecer que entonces estamos ante una extraña filia mía, y que no debería molestarme en recomendarlo, pero entonces no hay más que ver que otros miles de personas han caído en su hechizo... pues supongo que algro tendrá.