domingo, 28 de octubre de 2007

TAPIMAN - Tapiman (1972)



Una estrella fugaz es algo indudablemente bello. Es algo que puede pasar desapercibido para muchos, qué sólo podrán disfrutar aquellos que se encuentren mirando al lugar adecuado en el momento preciso, puesto que además dura poco, dejando después un leve sentimiento de privilegio por haber podido contemplar algo así. Si nos ceñimos a esta terrible descripción, podria decirse que Tapiman fueron una estrella fugaz. Duraron poco y vendieron menos, pero deleitaron a todo aquel que se cruzó en su camino.

Pero... ¿quiénes fueron Tapiman? Fue un grupo fundado en Barcelona a principios de los 70 por el ex-Máquina! José M. Vilaseca apodado Tapi a la batería y Miguel Ángel Núñez (M.A.N.), ex-Vértice, a la guitarra. Al bajo se une el también ex-Vértice Pepe Fernández. Esta formación publica un single que contiene los temas "Hey you" y "Sugar stone", tras lo cual Núñez debe abandonar el grupo para hacer el servicio militar. De nuevo se acude a un ex-Vértice, Max Sunyer, que más adelante se haría popular con el grupo Iceberg, para que le sustituya. Tras un nuevo single, llegó por fin un LP, titulado al igual que el grupo.

"Tapiman" es simplemente un pelotazo de blues rock. La batería y el bajo están muy bien. Las voces de Fernández y Tapi son rudas y pronuncian el inglés muy mal, pero se llevan bien con el estilo musical, muy sucio y agresivo. Lo realmente importante es la guitarra de Sunyer. El sonido que le saca, su estilo al tocar, sus solos... aunque no hubiera un mísero riff decente o una buena melodía en todo el disco, valdría la pena escuchar el disco por oír tamaño trabajo de guitarra. Sonará exagerado, pero lo cuento entre los mejores de guitarra en un disco de blues rock. Por otra parte, no sólo de pirotecnia guitarrera se sustenta este disco, pues las composiciones son más que competentes, buenísimas en muchos casos. Otro punto a favor es que el disco es variado, sin salirse del estilo. Hay temas agresivos y directos apenas basados en un par de riffs, otros son instrumentales y atmosféricos, casi psicodélicos e incluso hay algún cambio de ritmo cercano al rock progresivo.

Hay una canción que destaco siempre que hablo de este disco, "Gosseberry Park". No desentona dentro del sonido del disco, pero aún así es un tema mucho más pop. Hay además un piano acompañando al tema de manera exquisita. El resultado es una canción muy elegante, pegadiza y radiable, que no traiciona la orientación blues del disco. La mejor canción del disco. Con permiso de "Don't ask why", que le sigue en el disco. Es un portentoso blues progresivo que nunca sabes como va a continuar, pero que no se torna excesivo ni indigerible. Aquí es donde mejor suena la guitarra, en concreto el final es apoteósico. Fue la primera canción que escuché de este disco, llegó a mí de manera absolutamente casual y enseguida supe que quería conseguir el disco entero. Algo por debajo están el resto de temas, pero igualmente todos son maravillosos. "Paris" es una preciosa instrumental muy melancólica acompañada por un órgano hammond (que instrumento tan maravilloso) donde la guitarra de Sunyer, literalmente y citando a George Harrison, gentilmente llora. Otra instrumental es "Moonbeam" cuya base rítmica me recuerda al rock andaluz de esa época. "Jenny" es la balada del disco, que en lugar de caer en la predecible cursilería, tiene una atmósfera oscura y psicodélica impresionante. Por último destacaré "Driving shadow (Pepe's song)", la canción más compleja y larga del disco, alternando entre partes brutales de poderoso hard rock, psicodelia, un solo de batería y los inevitables solos de guitarra marca de la casa. Una brutal canción de las que ya no se hacen.

Esos fueron los más destacables... podría destacar el resto también, pero ¿qué diría? Excelentes riffs, impresionantes solos, estrofas y estribillos con gancho, excelente base rítmica... nah, sería redundante. ¿Qué me estoy excediendo en elogios? Bueno, que cada cual piense lo que quiera. Yo a este disco no le encuentro ningún fallo. ¿Que podría tener mejor producción? Puede, pero está ya es muy digna y además, va muy bien con este estilo musical. ¿Que no es nada original? Bueno, no sé quién es capaz de pararse a pensar en eso ante semejante colección de temazos. ¿Que sería mejor con un cantante que tuviera las capacidades de Robert Plant y una pronunciación perfecta del inglés? Pues sí, para qué negarlo.

sábado, 27 de octubre de 2007

GRAND FUNK RAILROAD - E Pluribus Funk (1971)


¿No conocéis a Grand Funk? ¿Las letras descamisadas de Mark Farner? ¿El bajo quebrantahuesos de Mel Schacher? ¿La habilidad a la batería de Don Brewer?” (Homer Simpson)

En España seguramente Grand Funk no sean muy conocidos pero en Estados Unidos a principios de los 70 eran toda una institución que vendía millones de discos y llenaba estadios. Ellos eran una banda que se tomaban el rock como un estilo musical divertido, intenso y sudoroso (sobre todo muy sudoroso) y cuya mejor forma de expresión eran sus famosos directos. Supongo que alguien se preguntará entonces por qué dedico una reseña a un disco de estudio si donde mejor daban a conocer su potencial era sobre el escenario (y, más importante aún, por qué a “E Pluribus Funk” y no a cualquier otro de los que suelen ser más reconocidos como el famoso “We’re an American Band”). La respuesta es muy sencilla: es el único disco suyo que tengo por ahora, pero además es demasiado típico recurrir a criticar el disco mítico de un grupo y resulta más interesante prestar atención a discos supuestamente menores. Y digo “supuestamente” porque a mí “E Pluribus Funk” me parece una maravilla de disco, desconozco si es de los mejores o peores de la banda, sólo sé que a mí al menos me gusta mucho.

Lo que aquí encontraremos es a los Grand Funk haciendo honor a la idea que tiene uno de un power trio: tres excelentes músicos dejándose la piel en sus instrumentos compenetradísimos entre sí, no hay uno de los tres que se destaque especialmente por encima del resto, los Grand Funk son una maquinaria perfecta donde la música se deja fluir libremente. A excepción del último tema, el resto de temas del disco mantienen un sonido y estilo muy similares, de manera que escuchándolos seguidos uno casi podría pensar que está escuchando una mega-improvisación de casi media hora.
Aunque la clave son los potentísimos momentos instrumentales (al menos para mí), las melodías vocales no están para nada olvidadas y de hecho toman el protagonismo del tema que abre el disco, “Footstompin’ Music” con un pegadizo estribillo que te pone de buen humor y te mete en ambiente al instante. Uno de los mejores temas del disco es seguramente el que le sigue a continuación, “People Let’s Stop The War”, donde destaca especialmente la guitarra de Mark Farner pero sin llegar a eclipsar al resto. “Upsetter” mantiene el ritmo y el potencial pero ayudado con un pequeño solo de armónica que se agradece mucho. En “I Come Tumblin’” consiguen crear los mejores momentos instrumentales del disco con una batería imparable y continuos cambios de ritmo, una maravilla.
Los dos temas eléctricos que abren la cara B, “Save The Land” y “No Lies” no son tan adrenalíticos y directos como los que había en la primera mitad del disco y optan por un estilo más pesado (en el buen sentido) aunque sin perder el ritmo. Pero sin embargo la canción que cierra el disco rompe por completo con el resto, la balada “Loneliness”. La verdad es que es preciosa y el estribillo se hace muy emotivo, pero está tan pomposamente sobreproducida (sobre todo a partir de la segunda mitad) que se llega a hacer cargante y uno no puede evitar pensar como habría quedado sin tantos arreglos orquestales (de hecho el último minuto y medio... ¿qué carajo es eso?). Sin embargo yo me mantengo en que es un muy buen tema, el mejor del disco si no estuviera tan alargado y sobreproducido.

Con este disco se cerró la etapa de trío de Grand Funk Railroad para luego convertirse en un cuarteto con la incorporación de un teclista. Como cierre de esta etapa “E Pluribus Funk” es un excelente ejemplo de rock ‘n’ roll divertido, sudoroso y potente. Y ya sabéis, “si queréis más información sobre los Grand Funk, consultad en la biblioteca”.

viernes, 26 de octubre de 2007

FAUST - So far (1971)



Los alemanes Faust debutaron en 1970 con un extraño disco homónimo que parecía más un collage de sonidos y ruidos varios que funcionaba bastante bien. Pero como suele pasar con grupos así, suelen obtenerse mejores resultados cuando, en lugar de recrearse en su propia locura y experimentalidad, deciden poner esos factores al servicio de canciones inteligente estructuradas. Y así fue como surgió "So far", uno de los mejores discos de rock experimental de la historia.

Es un disco oscuro y hostil, pero con un extraño sentido del humor. Muy influenciado por The Velvet Underground principalmente, tanto en el sonido de algunos temas como en el afan de hacer algo creativo e innovador. Es un disco homogénero en sonido, pero al mismo tiempo muy variado, por lo que no se hace cansino para nada. Además es relativamente accesible, por lo que una persona que tenga más o menos algo de cultura en rock clásico no debería tener muchos problemas con el disco. Pero lo cierto es que es de esos discos en los que es más ilustrativo hablar de cada canción que tratar de describir el disco a rasgos generales, así que basta de preámbulos.

La pega que tiene el disco es que empieza tan bien que no puede mantener el nivel durante todo el disco. El principio con "It's a rainy day, sunshine girl" es una canción muy inspirada en "I'm waiting for my man" de la citada Velvet Undeground, sólo que más larga, más repetitiva, más enferma... y qué diantres, mejor. Perdónenme la herejía pero así la siento. La base ritmica es ni más ni menos que más de siete minutos de la misma batería ultrasimple que no hace ni un solo redoble. La letra es poco más que repetir el título una y otra vez. El bajo es lineal y monótono. Y es una joya. La clave está en que el ritmo realmente consigue atrapar, y la linea vocal es superpegadiza. Además aparece un riff de guitarra acústica y por ahí algún saxofón que no hacen nada espectacular pero... qué bien queda. Pocas veces en el rock se ha conseguido crear tanto con tan poco. "On the way to Abamae" es una breve pieza de menos de tres minutos de guitarra acústica muy bonita, que si bien a algunos parecerá relleno, para mí está entre las más grandes joyas del disco. La pieza principal es "No harm". De sus diez minutos, se divide en dos partes: los primeros tres se inician como una majestuosa pieza de rock sinfónico, lenta, solemne... algo totalmente atípico de la escena experimental alemana de aquellos tiempos. Entonces, cuando parece que nos hayamos ante una joya monumental que podría competir con canciones de Yes o Genesis, cambia totalmente de repente y se convierte en un feroz rock salvaje, de ritmo rápido y cargado de solos de guitarra, cual si de una jam de Jimi Hendrix se tratara. El sonido que le sacan a la guitarra es bizarrísimo, una distorsión brutal que directamente raspa los tímpanos como la lija. Y la letra... bueno, ya lo escucharéis. Ni que decir tiene que es lo mejor del disco.

"So far" por el contrario tiene una vena más psicodélica. De nuevo encontramos una base repetitiva, con un riff muy blues que no varía en seis minutos. El interés está en la gama de sonidos que desplegan alrededor, con guitarras y teclados. Buena, pero es que comparada con los portentos que la preceden, parece poca cosa. Después recuerdan el infernal debut con "Mamie is blue", una de las canciones más siniestras que he escuchado en mi vida. Lo cierto es que me suena bastnte mejor que gran parte de dicho disco, quizá por tener una base realmente sólida. No es que sea una gran joya, pero en un disco variado como este, se imponía la necesidad de mostrar esta faceta del grupo. De ahí al final la cosa ya varía, siendo ya casi directamente música pretendidamente humorística. Ahí tenemos el dúo "I've got my car and my TV" / "Picnic on a frozen river", que directamente suenan a musica infantil... eso sí, de primera. Las melodías son divertidísimas y el tono general es muy jovial. Más absurda son aún "Me lack space..." / "...in the spirit", que empiezan con una tanda de sonidos absurdos para convertirse en... ¡un tema de cabaret!. Y muy bueno, además. Sí, no es más que una inofensiva viñeta para cerrar el disco, pero suena tan bien que le dan ganas a uno que el resto del disco fuera así. Lo cierto es que este último segmento de disco sólo dura siete minutos, y para muchos será lo menos destacable del disco, pero yo lo encuentro irresistible.

Qué maravilla de disco. A medida que escribía esto lo escuchaba por primera vez en bastate tiempo y no dejaba de descubrir y redescubrir detalles grandiosos. Pues eso, de lo mejor que he escuchado en música vanguardista, experimentalo cualquier de esas etiquetas que a los snobs les gusta de usar casi indistintamente para legitimizar sus gustos. Y yo no es que sea un experto en la materia, pero unos cuantos discos sí que me he escuchado ya.

jueves, 25 de octubre de 2007

CAN - Ege bamyasi (1972)



Desde el mero hecho de ser un grupo alemán con cantante japonés, Can no es un grupo corriente. Fundados en Colonia en 1968, iniciaron su andaza discográfica con el estadounidense Malcolm Mooney a las voces. Este dejaría el grupo tras el debut, y entraría Damo Suzuki a la voz, quien acabaría acaparando gran parte del carisma de Can. Tras "Soundtracks", un disco de canciones que compusieron para bandas sonoras donde había temas cantados tanto por Mooney como por Suzuki, llegó "Tago Mago", el disco clásico de Can por excelencia. Sería una buena opción comentar alguno de esos dos discos, pero lo cierto es que me decanto por el siguiente, "Ege bamyasi". Quizá porque es el primero que escuché, o quizá porque es el que más tuve que trabajarme para poder apreciar y por eso le tengo más cariño... en fin, allá voy.

Tenemos a Holger Czukay al bajo y Michael Karoli a la guitarra, que no son más que un complemento, al sonido del grupo. Sí, están bien en su lugar, pero no hacen nada especialmente interesante, aunque los grooves de bajo de Czukay son irremediablemente molones. Tenemos a irmin Schmidt, teclista, que aporta al grupo algo más. Sus sonidos son a veces muy enigmáticos y ciertamente originales (creo que el mismo creaba sus propios sonidos de teclado). Parece que hablo con desdén de estos tres músicos, pero no, realmente contribuyen al sonido del grupo, y ninguna de sus partes es directamente prescindibles. Lo que pasa, en mi opinión, los protagonistas son otros: en primer lugar, obviamente tenemos a Damo Suzuki, una de mis voces favoritas. Su estilo suele ser alternar entre susurros y griterío histérico, rayando a veces lo ridículo e insoportable, y con su particular timbre va muy bien con la música. El otro es Jaki Liebezeit, batería. Sus ritmos, sus redobles, lo llenan todo. Es un músico muy creativo, muy habil, y además la mezcla del disco favorece notablemente la batería. Si en este disco hay algún miembro totalmente imprescindible, este es Liebezeit. Si tienes especial debilidad por la batería, este es tu disco, no busques más.

"Ege bamyasi" es un disco raro. Frío y cálido a partes iguales, extraña música que nos emociona de manera distinta a otra canciones que simplemente nos transmiten cosas como "amor", "alegría" o "tristeza". Música para entrar en trance e imaginar mundos irreales impregnados de la oscuridad y el pesimismo del mundo urbano actual. Un disco para mentes enfermas, para encerrarse dentro de uno mismo.

El principio del disco es ciertamente hostil: "Pinch" es una canción de 9 mínutos que no varía de ritmo ni parece pasar nada de interesante. Básicamente es escuchar a Liebezeit tocar a su ritmo durante todo el rato, mientras Suzuki susurra cosas ininteligibles. No está mal, pero me parece el tema menos interesante del disco. Hay buenos toques de guitarra y teclado, pero no destacaban mucho, por no hablar de que a veces se hacen inaudibles. Si te pones a escuchar el disco la primera vez y te das cuenta de que no estás familiarizado con cosas así, mejor sáltate la canción y céntrate en el resto del disco, a lo mejor después de escuchar "Pinch" entera no te queda cuerpo par aseguir adelante. Aún así uno puede llegar a disfrutarlo con el tiempo, tomándosela como una especie de macabra y enferma atmósfera. "Sing swan song" es bastante mejor, una especie de balada con melodía enfermiza que posee innegable belleza. Aquí la batería es menos protagonista, y no sabría decir cual de los otros tres instrumentos que acompañan a Damo contribuye más a la construcción del sonido del tema, puesto que es una especie de mezcla perfecta. "One more night" tiene un sonido más amable, dentro de la bizarrez de Can. Su sonido es bastante agradable, pareciéndome en ocasiones el tipo de música que uno esperaría escuchar en un programa de cocina (tonterías mías, no me hagáis caso).

"Vitamin C" la recuerdo como la única canción que me gustaba en las primeras escuchas. Tiene una melodía pegadiza en las estrofas y un riff de bajo que se complementa muy bien con la batería. Lo que realmente hace de este un gran tema es el estribillo, obsesivo y facilmente coreable. Y esa parte melódica de órgano. "Soup" es la pieza central del disco, y también la canción más extraña. Empieza como el típico mantra repetitivo y susurrante de Can, hasta que de repente la canción se pone a rockear, y Suzuki se deja la voz cantando "It's Monday while I write, and better ever laught alright..." (las letras de Can suelen no tener ningún sentido). El mejor momento del disco, para mí. Luego empieza a acelerarse el ritmo y se vuelve ruidosa, pero de alguna manera se las apañara para que no resulte un desastre. El final la última parte ya son ruidos extraños (muy bien logrados, eso sí) sobre los que Suzuki canta/recita de manera teatral con una voz idiota. De nuevo, y más incomprensiblemente aún, está genial. "Soup" me parece lo mejor del disco, aunque entiendo que pueda no ser compartido. Canción obligada si te gusta la música experimental. Para durar diez minutos no se me hace excesivamente larga, quizá porque en el fondo son dos canciones en una.

"I'm so green" es un tema cortito, con ritmo bailable, quizá lo más convencional de este disco. Aquí escuchamos un riff muy rockero, y la melodía que canta Suzuki es incluso comercial. Es un tema mucho más en la onda de "Soundtracks", y un justo y necesario respiro tras la monstruosidad que es "Soup". La última, "Spoon", fue un exitoso single en Alemania. Si bien ciertamente el tema tiene gancho, realmente es increíble pensar que hace unas décadas podía triunfar algo así junto con temás pop y rock más de toda la vida. Si es que nací demasiado tarde.

domingo, 21 de octubre de 2007

HEART - Dreamboat Annie (1976)



Bonita portada, ¿eh? Recien llegaba esta tarde a mi piso estudiantil en la capital zaragozana, me disponía a comentar cierto disco cuando descubrí... que me lo había dejado en Huesca y había traído sólo la caja. Presa del pánico, busqué otra obra que reseñar y esta me pareció una buena candidata. Heart son las hermanas Wilson. El resto del grupo, pues es lo de menos. Ellas son el carisma de Heart, ellas componen la música, y ellas son la pieza sin la cual Heart sería simplemente otra cosa. Ann Wilson canta, mientras que Nancy Wilson se encarga de las guitarras. Esta última, por cierto, fue la encargada de escribir los temas de la banda ficticia Stillwater aparecida en la película Casi Famosos.

"Dreamboat Annie" es el debut de Heart, y ya desde el primer disco su estilo da a entender que las hermanas tenían las cosas muy claras. Por un lado no deja de ser un rejunte de influencias variadas, pero no les falta maestría a la hora de amalgamar dichas influencias creando un sonido personal. Algo que en definitiva, haga que el disco tenga identidad. ¿A qué suena Heart pues? Por un lado tenemos a los grupos de hard rock de los setenta (Led Zeppelin me vienen a la cabeza, entre otros), pero al mismo tiempo dotan a su música de una sensibilidad muy pop, muy dulce, haciendo de esto algo mucho más inofensivo que la música de Page y Plant, pero al mismo tiempo no menos rockera y auténtica. Por si fuera poco, está claro que Ann y Nancy han escuchado a conciencia el folk de Joni Mitchell. Increíblemente, la mezcla funciona, y se desliza de manera natural por nuestros oídos, como si hubiera estado ahí toda la vida.

"Magic man" abre el disco a todo trapo, una canción rockera con riff rudimentario. Es cuando empieza a cantar cuando nos damos cuenta de que estamos ante algo especial. La melodía es misteriosa y al mismo tiempo muy pegadiza, y el estribillo remata el tema como se merece. No es de extrañar que fuera single, y que fuera todo un éxito. Lo que sí me extraña es que "Crazy on you", tercer corte del disco no fuera aún mayor éxito. Se inicia con una leve parte de guitarra folk, que incomprensiblemente deriva en un estallido de hard rock inaudito. El riff aquí no es nada rudimentario, es melódico y sofisticado, y suena tan natural que la primera vez que lo escuchas pareces descubrir que naciste con ese riff en el subconsciente y simplemente, no lo recordabas. La melodía vocal, el trabajo de guitarras, ese ritmo tan dinámico, el ESCALOFRIANTE GRITO "Craaaaaaazy on yooooooooou!" que emite Ann en los estribillos... son tantas cosas en menos de cinco minutos, tantas sensaciones... la mejor canción del disco, sin duda. Hay otros dos temas rockeros: "White lightning & wine" suena inevitablemente intrascendente comparada con las dos primeras, pero es ciertamente una cosa muy pegadiza y divertida. La que merece otra mención especial es "Sing child", la canción más dura del disco, gracias al riff que parece salido de la guitarra de Jimmy Page. Hay un solo de flauta a lo Jethro Tull, por parte de Ann, que sólo me hace preguntarme por qué no hay más partes así en el disco, y también un gran solo del guitarrista Roger Fisher.

Estas cuatro canciones fueron la parte rockera del disco. Intercaladas entre estas, de manera sabia y equilibrada, encontramos otras canciones, a mi juicio algo por debajo. "Soul of the sea" es un tema muy relajante, casi atmosférico, que en el momento adecuado puede ser altamente evocador y emotivo. Mucho mejor es "(Love me like music) I'll be your song", una canción que me recuerda muchísimo al disco "Tapestry" de Carole King, lo cual siempre es bueno. Una canción preciosa, con un estribillo que me pone los pelos de punta cada vez que la oígo. "How deep it goes" es otra balada, firmada esta vez sólo por Ann, donde de nuevo vuelve a usar la flauta, de manera más lírica que la anterior, y vaya, queda muy bien. Dejo deliveradamente para el final la canción que completa el grupo de temas tranquilos. Es la propia "Dreamboat Annie", que no aparece una sino tres veces en todo el disco. Es la segunda canción ("Dreamboat Annie (Fantasy child)"), dura poco más de un minuto y apenas es una viñetita acústica que nos deja ganas de más de esa portentosa melodía. Entonces descubrimos que también es la quinta canción. Y tiene un ritmo más dinámico, y hay bonitos coros acompañándo, y hasta un banjo... pero sólo dura dos minutos, sigue siendo muy poco. Y entonces vemos que el último tema se llama "Dreamboat Annie (Reprise)", y que dura casi cuatro minutos. Y la oímos, y aquí suena ya como una canción hecha y derecha, con piano, y melotrón, y Ann vuelve a sacar la flauta... y la melodía suena más hermosa que nunca... y acaba el disco. Maravilloso. Qué gran idea tuvieron al jugar así con el tema titular del disco, haciendo de su escucha algo más inolvidable.

"Dreamboat Annie" es un disco cuyo sonido se queda un poco en tierra de nadie. Puede que sea demasiado blando para los que busquen buen rock duro, y demasiado rockero para quien busque algo de buen pop. Sí crees que puedes lidiar con ambos estilos practicamente a la vez, es muy probable que este disco te atrape como me pasó a mí.

viernes, 19 de octubre de 2007

ELECTRIC LIGHT ORCHESTRA - ElDorado (1974)


La ELO es probablemente uno de los grupos que mejor ejemplifica cómo entendían muchos el rock en los 70. Su ambicioso líder Jeff Lyne, amante a partes iguales tanto de los Beatles como de Beethoven, tenía como meta crear la combinación perfecta entre pop-rock y música clásica. Para ello se sacó de la manga la Electric Light Orchestra, cuyo pomposo nombre ya da una idea de por donde iban los tiros: una banda de pop-rock que incluyera la presencia de los instrumentos de una orquesta tradicional de música clásica (especialmente instrumentos de cuerda como violines).
Esta obsesión con conseguir la combinación perfecta entre rock y música clásica tuvo uno de sus momentos cumbre en “ElDorado”. Como toda ambiciosa obra de los 70 que se precie, “ElDorado” es un disco conceptual; y, como ocurre con la mayoría de discos conceptuales, resulta dificilísimo explicar de qué rayos habla exactamente. Tampoco ayuda demasiado la portada, una clara referencia a la película “El Mago de Oz”, pero en realidad eso nos importa bien poco.
Lo grande, lo realmente enorme de este disco, no se encuentra ni en su cualidad de disco conceptual ni en sus pretensiones, sino en las canciones. Y es que cuando comienza a sonar la bellísima melodía de “Can’t Get Out Of My Head” Lynne nos conquista de inmediato. No es de extrañar que fuera uno de sus mayores éxitos y es que es todo un single en potencia, aunque resulta curioso que la primera canción del disco (sin contar la Overtura) sea al mismo tiempo una de las más simples, una de esas en que la melodía de por sí es tan bella que no le hacen falta demasiados adornos. De la tranquilidad de ese tema pasamos a despertarnos con una grandilocuente introducción orquestal que, sorpresivamente, deriva en una de las melodías más rockeras del disco para acabar convirtiéndose en un fabuloso medio tiempo llamado “Boy Blue”, también de lo más grande del disco. Si con esto no tuvieron suficiente, tienen la extraña “Laredo Tornado”, una composición inclasificable con un estribillo memorable (“Lareeeedo Tornaaaaado, adiiiios amiiiiigos” ¿?) que es tan bizarra que no puedo evitar que sea una de mis predilectas.
Tras el insuperable trío inicial, nos encontramos con un par de temas donde el protagonismo de los elementos orquestales se hace más evidente aún: “Poor Boy”, donde los violines se apoderan de la canción, y la preciosa “Mister Kingdom”, donde éstos le aportan un dramatismo que se me hace irresistible.
La verdad es que el único punto flojo que le veo al disco es “Illusions in G Major”, tema de irónico título puesto que es un rock ‘n’ roll puro y simple que no es que sea malo sino que rompe con el ambiente y contexto del disco, y más al estar situado entre la inquietante “Nobody’s Child” (magnífico piano y juegos de coros) y la joya de la corona: “Eldorado”. El tema homónimo es el momento cumbre del disco, uno de esos momentos especiales que cuesta tanto describir en palabras por su belleza y su pureza. Aquí los adornos orquestales están lejos de excesos, tan sólo acompañan a Lynne y el piano para enfatizar el dramatismo de la canción y la belleza del momento. Porque aquí el protagonista absoluto es única y exclusivamente Lynne, que se apodera por completo de la canción con una magistral interpretación vocal que cada vez que llega al estribillo me pone los pelos de punta.Si Jeff Lynne pretendía demostrar que era posible crear algo grande y hermoso mezclando dos estilos musicales supuestamente diferentes (casi contrarios), con “ElDorado” lo consiguió de sobras.

martes, 16 de octubre de 2007

GÒTIC - Escenes (1978)



1978, mal año para el rock sinfónico. Si además el disco es instrumental, el instrumento principal es la flauta, apenas hay guitarra y el sonido mezcla influencias más clásicas con toques folclóricos catalanes, pues diríase que es un disco condenado desde antes de nacer. "Escenes" es otro de tantos discos de rock sinfónico que no tuvieron una gran fama pero que gracias a la red de redes han podido ser justamente revindicados.

Estamos principalmente ante un disco bonito, un disco que puede no apasionar (no es mi caso), pero que es incapaz de desagradar. Un disco algo tímido, que está claro que no se hizo para reventar las listas de éxitos con un hit contundente, pero que nadie que pueda escucharlo va a sentirse ofendido. Es un disco muy influenciado por Camel, hasta el punto que el disco completo me suena a una explotación del sonido de temas como "Rhayader". La flauta y en menor medida el piano llevan el protagonismo durante practicamente todo el disco y apenas hay guitarras (sólo en tres de los cuatro temas).

Gòtic son Rafael Escoté al bajo, Jordi Martí a la batería, Jep Nuix con la flauta y el piccolo, Jordi Vilaprinyó a los teclados, Josep Albert Cubero a las guitarras y Jordi Vidal se encarga de los efectos (no sé a qué se refieren). Colabora Jordi Codina a la guitarra acústica en el último tema.

"Escenes de la terra en festa y de la mar en calma" (precioso título por cierto) resume en sus cuatro minutos lo que va a ser el disco. Tiene un inicio movidito con un muy buen ritmo de batería, así como partes más calmadas, incluso puramente atmosféricas, donde aparecen pianos y melotrones. La melodía de flauta en todo momento lleva la batuta de forma magistral. "Imprompt I" por el contrario es una canción más jazz-rock, a la Gòtic, eso sí, más oscura y agresiva que la anterior. También podemos encontrar un buenísimo solo de guitarra eléctrica. "Jocs d'ocells" es una canción más tranquila que por momentos me recuerda a la faceta más amable del sonido Canterbury. El juego entre piano y flauta es sensacional, y en un segundo plano el bajo hace una línea de lo más interesante. "La revolució" por el contrario es todo jolgorio, tras una apacible introducción. Es el tema más folk del disco y no nos cuesta imaginarnos en los actos de algún pequeño pueblo el día de la fiesta patronal. Eso sí, a ritmo de rock sinfónico.

Los tres últimos temas son para mí los mejores. "Dança d'Estiu" se basa en una base ritmica bastante poderosa que nuevamente le da un regusto jazz a la música. La flauta aquí suena casi onírica, y el bajo está realmente sobresaliente, llevando en algún momento la melodía principal. "I tu que ho veies tot tan fàcil" empieza con unos misteriosos rasgueos de guitarra acústica y melotrón que suenan cieramente misteriosos y lúgubres, pero pronto aparece la flauta para volver a la tónica habitual del disco, eso sí, con un toque de melancolía, oscuridad e incluso epicismo en la alegre melodía. En cierto momento hay un dramático parón y Cubero se marca un breve arranque de guitarra a lo Gilmour que ojalá durara más. Todo para terminar de nuevo con un arranque de maravilloso folk festivo, esta vez alternando las melodías de flauta con las de teclado, de forma maravillosa.

Lo mejor queda para el final, "Història d'una gota d'aigua", una de las más preciosas composiciones del rock progresivo. Se inicia con una sugerente gitarra acústica acompañada por la flauta que tras unos tres minutos da entrada a una base de teclados sobre la que suena una vibrante guitarra eléctrica y de nuevo, la omnipresente flauta, siendo el momento más Camel del disco. Una verdadera maravilla que no pasa de ser, aún así, introducción a lo realmente grande, el mejor momento del disco. Pasados unos cinco minutos, flauta empieza a tocar una melodía bellísima que repite una y otra vez. A su alrededor, cual si dicha melodía invocara un hechizo, todo crece. El piano, la batería, el bajo, las guitarras... todo. Durante los últimos cinco minutos apenas varía la melodía principal, pero observar como aumenta en intensidad todo lo que la rodea es una experiencia espiritual, un verdadero orgasmo auditivo. Y cuando la canción sabe que ya no conviene que siga aumentando en pomposidad... se acaba, de forma apoteósica, emotiva...

Pues lo dicho, una maravilla de disco, de los mejores grabados en España, y una pequeña joya olvidada del rock progresivo. Si te gustan Camel y/o Genesis y disfrutas especialmente los pasajes con flauta, este disco es para ti. O si simplemente buscas un disco que sirva tanto como para ponertelo de fondo y relajarte, como para escucharlo atentamente y descubrir nuevos detalles.