domingo, 30 de diciembre de 2007

LED ZEPPELIN - Houses of the holy (1973)



Tras cuatro discos a cada cual mejor Led Zeppelin se negaban a acomodarse. Y si ya es algo emocionante descubrir a Led Zeppelin algunas décadas después, no quiero imaginar lo que sería ser fan suyo durante aquellos años, descubrirlos disco a disco, cuando cada entrega de su música era una sorpresa. Su primer disco era blues rock endurecido, estilo que evolucionó hacia el hard rock de su segundo disco. En "III" se inclinaron por experimentar, principalmente con sonidos más acústicos, y su cuarta entrega fue su disco más recargado, épico y pretencioso. La principal diferencia es que cada uno de esos cuatro discos tiene una clara identidad definida por si misma, mientras que este "Houses of the holy" es ya algo más difuso, se acerca más al concepto de simple colección de canciones. Si en "III" los experimentos solían seguir una senda más o menos definida, aquí Led Zeppelin se atreven con cualquier cosa que se les ocurra, tanto en estilos como en sonidos. Quizá por eso suena algo desparejo como obra, pero nada grave a lo que uno no pueda acostumbrarse.

"The song remains the same" abre de manera brutal. No deja de ser un tema para el lucimiento de Page, aunque las partes cantadas por Plant son muy buenas. Está infestado de riffs y solos a cada cual mejor, y aunque se aleja algo del sonido de Led Zeppelin se les sigue reconociendo perfectamente. La que ya se desmarca de cualquier cosa que hayan hecho es "The rain song", una balada acústica donde Jones toca el piano y el melotrón. Al principio es algo sosa. La melodía demasiado difusa, y da la sensación de buscar la atmósfera por la atmósfera, relegando la composición a un segundo plano, pero con el tiempo uno puede empezar a captar su impresionante melancolía y carga emotiva, así como la personal interpretación vocal de Plant. Belleza en estado puro. Para terminar el trío de obras maestras que dan comienzo al disco está "Over the hills and far away", un tema duro pero bastante poppie donde de nuevo Page demuestra ser el maestro. Es algo simplemente excelso la manera en la que pasa de la introducción acústica al tema rockero principal.

Desgraciadamente "The crunge" empaña bastante el resultado del disco. Es un experimento funk que no suena mal, pero como composición es bastante vacía y el resultado final, pues francamente es una tontería. Puedo disfrutarla según el día, pero francamente no tiene lugar en un disco como este. "Dancing days" es un tema en una onda más clásica de Led Zeppelin, que no es gran cosa comparado con lo que podemos encontrar en anteriores discos, pero no está nada mal, principalmente gracias al hipnotizante riff. El tema de la discordia es "D'yer mak'er". O quizá no debería decir discordia, porque gran parte de los fans lo odian. A mí por el contrario me encanta, me parece genial. Es, ni más ni menos, un tema reggae. Pero no pasado por el filtro de Led Zeppelin ni nada de eso, es reggae, a secas. A mi no me disgusta nada el reggae, aunque apenas haya escuchado, y me veo capaz de decir que esto es una gran canción en su estilo. Incluso sus detractores suelen coincidir en algo, y es que la batería de Bonham suena brutal, y estoy de acuerdo.

Llega el mejor tema del disco, "No quarter". De dificil catalogación, yo me atrevería de decir que es un tema con reminiscencias del rock sinfónico. El riff es, como solían ser los de Page, maravilloso, pero aquí ya no suena potente, ni agresivo, sino sutil, misterioso, envolvente... Jones con su piano eléctrico da una atmósfera increíble, sobre todo en la parte central del tema, y la forma delicada de cantar de Plant está entre sus mejores momentos como vocalista. Después de "Stairway to heaven" me parece el mejor tema de Led Zeppelin. Para cerrar tenemos "The ocean", muy buen tema, más típico dentro del estilo de la banda y con un bizarro momento en el que los cuatro componentes cantan a capella.

¿Obra maestra? Mmmm, pues no sé. No es tan redondo como los discos anteriores. Pero cuatro temas, que por duración son más de la mitad del disco, son absolutamente magistrales, de lo mejor del rock, y el resto en su mayor parte vale mucho la pena. ¿Qué importa si estrictcamente es una obra maestra o no? Es un disco de imprescindible escucha.


martes, 25 de diciembre de 2007

THE ABSTRACT TRUTH - Silver Trees (1970)



Dudo que conozcas este grupo a no ser que seas un verdadero freak del psych/prog/hard/blues 70's underground, o lo que ultimamente viene a ser lo mismo, que te patees blogs y blogs de descarga directa buscando la enésima joya perdida. O puede que no lo seas, pero como yo, un día te topaste con ellos por casualidad en alguna página, o en el Soulseek y te llamaron la atención. O quien sabe, quizá eras fan suyo y compraste sus discos cuando salieron. The Abstract Truth se funda en 1969 en Durban, Sudáfrica, y como todo sudafricano que por aquella época pudiera permitirse grabar un disco, eran blancos, rubios y con apellidos holandeses. Su carrera discográfica fue breve, dejando tan sólo un par de discos de estudio, ambos de 1970. Tras "Totum", un disco en el que podíamos encontrar algunas versiones, de Willie Dixon o Simon & Garfunkel por ejemplo, vino "Silver trees", ya repleto de temas originales.

Pero, ¿a qué suenan? Principalmente los clasificaría como psicodelia, pero al contrario que otros grupos del estilo, esto no es un disco lleno de bestiales guitarras fuzz, voces gritonas y baterías delirantes, sino que prefieren acercarse al estilo de manera más sutil, con guitarras poco distorsionadas en la mayor parte del tiempo que dejan sobresalir muy bien al bajo, con organos hammond dominando el sonido y con abundantes toques de flautas y saxofones (quizá el punto más sorprendente de The Abstract Truth). Quizá en algunos momentos se aproximan al rock progresivo, pero en general no es música de extramada complejidad. Digamos que es un disco bastante ligero, accesible para no iniciados en este tipo de sonidos, que se desliza por los oídos con increíble suavidad y deja ganas de más (quizá en parte porque dura 35 minutos).

Tomando como ejemplo el tema "In a space", una canción instrumental, psicodélica y con improvisaciones, que se aleja de los pesadillescos pasajes de los que era capaz Syd Barrett, dando lugar a algo muy placentero, con un delicioso riff de saxofón, que no incomodaría para nada poner en voz alta delante de cualquier persona. Algo similar ocurre con "Pollution", el tema que abre el disco, cargado de melodías amables, bonitos solos de flauta y un alegre final de saxofones que pone de buen humor a cualquiera. O "Moving away", donde encontramos deliciosas melodías pop acompañadas de clavicordio que muchos grandes grupos consagrados querrían para sí mismos.

También hay cabida a momentos más blues, siempre sin perder el toque ácido tan personal del disco, como "Two" o "Blue Wednesday speaks", o temas más poppies, como "Original man", donde nos viene a la mente irremediablemente el nombre de Jethro Tull. La pieza más ambiciosa del disco es la propia "Silver trees". Suena más oscura y seria que el resto del disco, también es la más larga (unos 8 minutos) y tiene un largo pasaje central cargado de improvisaciones que seguro harán las delicias de todo amante del género.

Eso sí, no busquéis el disco en las tiendas. Si no me equivoco, por aquí es imposible de encontrar. Pero como soy muy bueno, si alguien está interesado en oírlo que me lo haga saber y ya me encargaré yo de ellos. Que a fin de cuentas, esto me gusta escribirlo para que la gente lo lea.

Por cierto, que existe otro grupo llamado igual, pero no tiene nada que ver.

sábado, 22 de diciembre de 2007

SPARKS - Kimono my house (1974)



Bien, hay dos cosas que hay que nombrar ineludiblemente cuando se habla de Sparks. La primera, que son un grupo muy pomposo que con toda seguridad influyó sobre Queen. La otra es el bigote a lo Hitler (¿por qué nadie lo llamaba bigote "a lo Chaplin", por ejemplo?) de su teclista y compositor Ron Mael. Estadounidenses, viajaron a Inglaterra debido al poco éxito que tuvieron en sus inicios para probar mejor suerte. Lo que empezó siendo como una banda totalmente construída, acabó reduciéndose a los hermanos Mael, el ya mencionado Ron, y Russell cantante guaperas al clásico estilo del glam rock.

La música de este disco se mueve principalmente dentro del pop rock, aunque no es para nada pop ordinario. Las melodías son extrañas y retorcidas, pero al mismo tiempo muy pegadizas. La voz de Russell es buenísima, aunque no apta para todo el mundo, pues no deja de utilizar un peculiar falsete bastante exagerado. Por último, el sonido general del disco es bastante agobiante, sin estar lleno de arreglos ni nada de eso, consigue una brutal sensación de acaramelamiento extremo que a algunos puede resultar cansino. A mi no.

El disco abre con el clásico de Sparks por excelencia, "This town ain't big enough for the both of us", y pese a ser el temás de mayor éxito del grupo, es uno de los más bizarros del disco, pues es donde la descripción dada anteriormente es llevada a niveles extremos. El tema se basa en una melodía vocal que se repite una y otra vez, y que con un par de escuchas llega a hacerse pegadiza, a pesar de ser extremadamente absurda y sin ningún ánimo de entrar en sutilezas. Sea como sea, la cosa va bien y el tema es maravilloso. Comparado con esa, "Amateur hour" es más corriente, y entra mejor, y también es recordada como uno de los clásicos de este disco. El estribillo es de lo más pegajoso que hay en este disco, y ya es decir. "Falling in love with myself again" es un tema que adelanta bastante lo que serían los Queen de la etapa de "A night at the Opera", tratándose de una especie de vals interpretado en clave de rock. Si me dicen que Mercury no escuchó esta canción antes de componer su "The millionaire waltz", pues no me lo creo, oigan. "Here in heaven" es mi favorita del disco, a pesar de que en un principio parece menos deslumbrante que las anteriores. La melodía tiene cierto toque oscuro delicioso y está acompañada de un tétrico órgano en un acertadísimo segundo plano. La letra de este tema me encanta, y es que otro punto bueno que tiene este disco es que si bien las letras son bastante intrascendentes, al mismo tiempo son muy ingeniosas. Trasta sobre un Romeo que maldice a su Julieta, pues ambos acordaron suicidarse juntos, pero ella le dijo que fuera él primero, y a última hora se echa atrás. Y como dice la letra, "Aquí en el cielo, estoy sin ti, es un infierno saber que tu salud te mantendrá lejos de aquí por muchos muchos años". Otra que destaca por su letra es "Thank god it's not Christmas", la historia de un hombre que se pasa todo el día dándose a la mala vida, y que odia el día de Navidad pues tiene que quedarse en casa y hacer caso a su mujer en lugar de salir de bares. Ese tema además es muy animado y su música tiene verdadero espíritu Navidad, lo que lo convierte en mi canción rockera navideña favorita, si es que se puede considerar así.

"Hasta mañana, monsieur", aparte de permitirnos oír a Russell pronunciar la ñ de manera bastante divertida, es otro de los puntos altos del disco, a pesar de estar entre lo más corriente del mismo. "Talent is an asset", "Complaints" y "In my family", las tres siguientes, me parecen bastante menos interesantes que las séis anteriores, aunque todos tienen algo que destacar, ya sea el riff de campanitas de la primera, la melodía misteriosa de la segunda o los ridículos a la par que maravillosos agudos de la tercera. Por suerte el cierre de disco es bastante mejor, "Equator". Es un tema algo más relajado que la media del disco, algo lento con aires de música de cabaret. El tema de por sí es muy bueno, pero el final es tan delirante qu hay que oírlo para creerlo. O lo amas o lo odias. Yo, creo que no hace falta decir de que lado estoy. En ediciones recientes se le han añadido dos bonus tracks, además. "Barbecutie", que tiene un riff de bajo brutal, y "Lost and found". Hacen perder algo de impacto a "Equator" como final de disco, pero ciertamente son temas dignos de figurar en el disco desde principio.

Pues más o menos esto es lo que hay. Un disco divertido, extravagante, excesivo y no apto para diabéticos, pero excelente se mire por donde se mire.

domingo, 9 de diciembre de 2007

Pausa

Debido a la falta de tiempo por parte del staff del blog, es posible que en las próximas dos semanas no aparezca ninguna actualización.

Indico esto para que no de la sensación de que el blog está abandonado, a pesar del decrecimiento en el ritmo de publicación.

Saludos

domingo, 2 de diciembre de 2007

BANCO DEL MUTUO SOCCORSO - Io sono nato libero (1973)



Menudo impacto me produjo este disco cuando lo descubrí... impacto que se desvaneció considerablemente cuando descubrí los dos discos anteriores de este grupo, que me cautivaron mucho más tanto en composiciones como en sonido. Tras mucho tiempo sin escucharlo, y a modo de reconciliación, le dedico estas palabras a "Io sono nato libero".

Banco Del Mutuo Soccorso es una de las dos o tres máximas cabezas visibles del movimiento del rock progresivo italiano, que si bien nunca gozó de la popularidad de la escena homóloga que se daba en el Reino Unido, ha dejado un extensísimo legado y miles de fans por todo el mundo, a pesar de que muchos de ellos lo hayan descubierto muy a posteriori y gracias a Internet (me cuento entre ellos). Su música era, a grandes rasgos, rock sinfónico, con teclados influenciados por Keith Emerson y una voz muy pomposa, de estilo casi operístico. El conductor de la máquina fue uno de los dos teclistas del grupo, Vittorio Nocenzi, aunque la figura más carismática siempre fue su orondo y barbudo cantante, Francesco Di Giacomo, un tipo realmente entrañable y dotado de una de las mejores voces del rock.

Cada uno de los tres primeros discos de BMS tiene una pieza central, una canción notablemente más larga que el resto y que es aclamada con casi total concordancia como mejor tema del disco. En este caso, es la primera canción del disco, "Canto nomade per un prigioniero politico". La diferencia es que mienstras aquellas eran piezas de rock sinfónico al uso, aquí la cosa se complica. Las melodías son más erráticas, la estructura es totalmente cambiante, apenas hay motivos principales que se repitan y conformen la identidad del tema. Supongo que es por cosas así que este disco es ligeramente menos apreciado que los dos anteriores, es ciertamente menos comercial. Eso sí, el tema es soberbio. Es instrumental en gran parte de su duración, aunque lo mejor son las partes cantadas, culminando a mitad de la canción, antes de la parte integramente instrumental, donde Francesco exclama que nació libre, dando lugar a uno de los momentos más escalofriantes de la historia del rock. La segunda parte, más de la mitad de los quince mintos que dura el tema es una verdadera tormenta de ideas, donde a veces puede parecer que no tiene sentido, donde podemos encontrar desde teclados a lo Emerson típicos en Banco hasta percusiones tribales... algunos momentos son más dignos de algún grupo de vanguardia que de lo que venían siendo Banco del Mutuo Soccorso hasta la fecha.

Le sigue "Non mi rompete", que en contraposición al anterior tema, se trata sin duda de la canción más comercial creada por Banco en sus tres primeros discos. Hay quien no simpatiza mucho con este tema, pero yo no le veo más que virtudes. La linea de guitarra acústica es buenísima, y la melodía de Francesco es preciosa. El estribillo es algo frívolo, pero igualmente muy pegadizo y hasta cierto punto emotivo. Sin duda es una muy buena balada, que a mi modo de ver no desentona en el disco. "La città sottile" se encarga de recordarnos qué disco estamos escuchando desde su tenebrosa introducción de piano a la que se suma una agónica melodía vocal, bien dramática, a la altura de lo que se puede esperar de un maestro como Francesco. Hay además un extraño y sencillo pero buenísimo solo de guitarra. Algo más dinámica comienza "Dopo... niente è piu lo stesso", que cuenta con un sensacional riff de teclado, pero pronto acaba tomando el tono general del disco, y se torna bizarra y misteriosa, con abundantes cambios de ritmo. Con la pequeña instrumental "Traccia II" se sigue la tradición de Banco de cerrar sus discos con temas breves y poco espectaculares (aunque este es bastante bombástico) que, sin embargo no quedan mal.

Y eso es todo. No es lo más indicado para iniciarse en Banco ni en el sinfónico italiano (aunque yo lo usara), pero de todas maneras es un gran disco al que se debería llegar tarde o temprano.

sábado, 24 de noviembre de 2007

ELTON JOHN - Goodbye Yellow Brick Road (1973)


Aunque hoy en día Elton John es un músico más bien denostado (reconozcámoslo, en gran parte se lo ha ganado él solito), en los 70 era un excelente artista con una creatividad apabullante. Hasta que llegaron los fatídicos años 80 (de los que, a juzgar por los repertorios de sus conciertos actuales, él mismo tampoco se siente muy orgulloso hoy en día), Elton John era una máquina que no sólo sacaba un disco tras otro, un año sí y otro también, sino que encima era muy bueno.

En 1973 Elton John se encontraba en su mejor momento artística y comercialmente hablando, así que “Goodbye Yellow Brick Road” vino a ser la cumbre de su edad de oro no sólo porque sea (en mi opinión) su gran obra maestra, sino porque es un disco que en sus 76 minutos de duración nos muestra las diversas facetas de nuestro amigo Elton, en cuanto a creatividad es sin duda uno de sus discos más logrados y donde es capaz de hacer coincidir géneros más diversos (rhythm ‘n’ blues, rock sinfónico, hard rock, sus imprescindibles baladas a piano...). Lo mejor de todo es que éste no fue un disco doble “premeditado”, sino que simplemente Elton comenzó a componer canciones hasta que se dió cuenta de que daba para un disco doble (y aún así hubo varios temas que se desecharon) lo cual nos confirma hasta qué punto estaba en estado de gracia por entonces.

El inicio del disco es escalofriante y demoledor: “Funeral For a Friend”, un tema instrumental tétrico y que es de los temas más oscuros que he oído, uno de mis mayores candidatos a tema favorito del disco, inconmesurable. Unida a ésta se encuentra la más rockera y tradicional “Love Lies Bleeding”, un tema rockero muy en su línea combinando el protagonismo de las guitarras con su omnipresente piano.
A ésta le sigue “Candle In The Wind”, seguramente su tema más famoso con una letra de Bernie Taupin dedicada a Marilyn Monroe. Pese a lo quemada que está me sigue gustando mucho la forma como canta el “Goodbye Norma Jean” y su tono tan triste. Cambiando radicalmente de estilo viene “Bennie And The Jets”, un tema muy influenciado por el rhythm ‘n’ blues con un ritmo muy repetitivo y pegadizo. Como muestra de lo detallistas que fueron con la producción, al darse cuenta de que a la canción le faltaba “algo” decidieron añadirle aplausos y voces para crear un falso directo (destacar el pequeño detalle de como las palmas se dan ligeramente fuera de tiempo, ya que el público inglés solía acompañar así las canciones... o al menos eso dicen ellos).
Llega entonces mi otra gran aspirante a tema favorito: “Goodbye Yellow Brick Road”, una balada preciosa donde Elton John demuestra que si bien es obvio que era un pianista excelente (y si alguien no cree que eso sea obvio que se enchufe este disco en vena y que me diga si no es casi un manual de como tocar el piano en un disco de rock), no es tan recordada su enorme capacidad como cantante. En este tema canta de una manera tan absolutamente dramática que algunos llegaron a creer que se había ayudado con truquitos del estudio. Y a destacar por supuesto la letra de ese excelente letrista que es Bernie Taupin, que aquí hace referencia al famoso camino de baldosas amarillas de “El Mago de Oz” para hablar de la decepción que vivió tras alcanzar el éxito que todos soñamos. Maravillosa.

Se podría dedicar párrafos enteros a cada canción pero me temo que me estoy excediendo y no llevo ni la mitad del disco, sin embargo creo que todas merecen alguna mención: la preciosa balada “This Song Has No Title” apoyada sólo en pianos y teclados más su voz (¿para qué más?); la curiosa “Grey Seal”, que es una de las favoritas del mismo Elton John; el experimento de reggae de “Jamaica Jerk Off” que es la que menos me gusta del disco pero que queda en simpática y anecdótica como recuerdo del intento frustrado de grabar el disco en Jamaica; la atmosférica balada “I’ve Seen That Movie Too”, que tiene una ambientación que le da un tono muy especial (y que en estos momentos es la que más me tiene enganchado del disco); la nostálgica e irónica “Sweet Painted Lady” y “The Ballad Of Danny Bailey” con unos maravillosos arreglos orquestales.
Tras este tema llega la parte rockera del disco que se inicia con “Dirty Little Girl”, con su ritmo lento marcado por el piano y la guitarra; a ésta le sigue una de las grandes joyas escondidas del disco, la inconmesurable “All The Girls Love Alice”, canción rockera y muy bailable en la que Elton se queda con nosotros al detener el tema de repente para cantar el precioso estribillo casi a cappella y luego retomarla de nuevo, genial; en “Your Sister Can't Twist (But She Can Rock & Roll)” Elton y su banda ya le dan directamente al acelerador creando un tema muy simpático y pegadizo con unos juegos vocales memorables e imposibles de olvidar y finalmente con la guitarrera “Saturday Night's Alright for Fighting” Elton se desboca y descubrimos qué olvidada está la gran banda que había detrás de el cantante-pianista miope.

Y como colofón final, para mí el momento más emotivo del disco: la tristísima “Roy Rogers” por cuya letra siento debilidad (Roy Rogers era el protagonista de una serie de televisión de vaqueros que acabó siendo olvidada), seguida por el paréntesis cachondo de la irresistible “Social Disease” (excelente combinación bajo-piano, y jamás pensé que diría esta frase) para acabar el disco con otra de sus grandes baladas: “Harmony”, que es un punto final perfecto.

“Goodbye Yellow Brick Road”, uno de los más grandes discos de la historia para el que escribe, es una de esas obras maestras a las que pese a lo largas que son, pese a que tengan algun momento que no te agrade tanto como el resto, no le quitarías nada. Porque lo que representa globalmente está por encima de eso: un grandísimo artista dando rienda suelta a todo su potencial. Nosotros, como humildes oyentes, no podemos hacer más que escucharle y disfrutar de su música.

viernes, 23 de noviembre de 2007

TEN YEARS AFTER - Cricklewood green (1970)



Siempre es un placer escribir sobre Ten Years After porque son grandísimos. Aún mayor placer escribir sobre un disco que muy probablemente hubiera acabado reseñando Travis, porque soy una mala persona. Así, rápidamente hablando, Ten Years After son un grupo de blues rock capitaneado por Alvin Lee a la guitarra y voz que tuvo su momento de gloria al aparecer en la película de Woodstock tocando su gran tema "I'm going home". Este es su cuarto disco de estudio. Alvin Lee es genial en sus dos facetas en la banda. Leo Lyons es un excelente bajista, Ric Lee (no familia de Alvin) es un excelente batería, y Chick Curchill, en segundo plano, es muy buen teclista. Ya está. Hablemos del disco.

Su anterior disco, "Ssssh.", igualmente excelente, tenía un sonido a blues endurecido más clásico, mientras que este disco suena rockero, mucho más metido en los setenta. Mantiene la esencia blues, pero los horizontes musicales del grupo parecen expandirse. Así tenemos una balada, un tema de blues acústico, hard rock, jazz... una mezcla que pasada por el filtro de Lee y los suyos es imposible que falle. La razón por la que este disco no suele ser nombrado entre los grandes esenciales del rock clásico, es algo que no entiendo, y es que a pesar de tener una famosísima canción que seguro habrás oído alguna vez, debería ser una obra bastante más conocida y valorada. Dicha famosa canción es "Love like a man", un pelotazo de hard blues que tiene todos los ingredientes para ser un clásico. Empezando por el sensual riff principal, de los mejores y más míticos de la historia, seguido por la parte de los solos y por cualquier cosa que haya en el tema. La voz de Alvin es perfecta para un tema así, pues suena todo lo chulesca y arrogante (y rockera, por descontado) que se puede ser.

"Love like a man" es suficiente para justificar la existencia y compra del disco, pero por suerte no destaca tanto entre el resto. Mismamente "50000 miles beneath my brain", en su simple estructura de tema que empieza tranquilito y deriva en una sangrienta jam bluesera, es igual de bueno. Tenemos temas más cortos y comerciales, como "Sugar the road" que inicia el disco y aunque es el menos bueno del disco, es muy buena y tiene un acompañamiento de órgano Hammond de lo más cool, y "Working on the road", cuyo estribillo es sublime.

Ya en una onda algo distinta, podemos encontrar "Year 3,000 blues", el anteriormente mencionado blues acústico, con un sonido mucho más clásico, siendo un claro homenaje a esos negros del Mississippi que cantaban sobre amores perdidos, que muchos rockeros se permiten ignorar y ningunear pero que sin ellos un grupo como Ten Years After no sería posible. "Me & my baby" está cantada como un blues, pero instrumental tiene mucho de jazz. No hay más que oír ese fantástico solo de piano, el mejor momento de Churchill en este disco. "Circles" es la balada del disco. Está mejor conseguida y tiene mejor melodía que "If you should love", la balada de "Ssssh." aunque es menos intensa. En cambio, el aire intimista de este tema la hace más delicada y emotiva. Y acabo con la última del disco pero no por ello peor, "As the sun still burns away", una canción lenta y oscura, que suena a Ten Years After pero podría haber sido perfectamente compuesta por Black Sabbath.

Pese a que es una frase ya muy tópica, Ten Years After merecen ser revindicados. Si no te gusta este disco eres una mala persona.