Este blog no se actualiza más.
Más explicaciones aquí.
Que les vaya bien bonito.
sábado, 8 de noviembre de 2008
viernes, 7 de noviembre de 2008
THE VELVET UNDERGROUND - The Velvet Underground (1969)
En general se tiende a recordar a la Velvet Underground por su faceta más vanguardista y rompedora, por su experimentación con el ruido y la distorsión hasta límites inaceptables o por su intento de combinar despiadada poesía callejera con un género tan poco literario por entonces como el rock ‘n’ roll. En todos los libros de historia del rock se les cita como una de las bandas más importantes y revolucionarias de todos los tiempos por los méritos acumulados en sus dos primeros discos. Y tienen razón, “The Velvet Underground & Nico” y “White Light/White Heat” son dos obras maestras absolutamente rompedoras y decisivas que marcarían a cientos de bandas y que abrirían nuevos caminos.
Pero la Velvet Underground no eran sólo eso. Si son una de las bandas más grandes que ha habido no es únicamente por lo que supusieron esos dos discos. Porque después de éstos grabaron otro par de joyas que demostraron algo importantísimo: si se lo proponían, la Velvet podían ser una gran banda de pop-rock.
En 1968, Lou Reed, John Cale, Sterling Morrison y Maureen Tucker se encontraron con que seguían sin despegar comercialmente (la pregunta que yo me hago es qué rayos se esperaban con el tipo de música que estaban haciendo). A eso hay que sumarle las tensiones provocadas por los enormes egos de Lou Reed y John Cale, cada uno envidiando y queriendo imponerse al otro. Pese a eso se habían mantenido durante unos cuantos años porque les unía un propósito común, su forma de entender la música rock y sus ganas de revolucionarla e interpretarla a su manera. Por desgracia su penosa situación económica no hizo más que complicar las cosas y sucedió lo inevitable: Lou Reed echó a John Cale de la banda. El principal motivo parece ser que era que Reed quería encaminar el grupo por otras vías y dedicarse a componer temas de pop sencillos. Sin experimentaciones, sin caos sonoro, sólo canciones bonitas. Con Cale se fue parte del afán experimentador que había caracterizado a la banda además de su famoso sonido de viola. En su lugar entró Doug Yule para ocupar encargarse del bajo y el órgano. Lou Reed tenía el control absoluto del grupo.
Resulta curioso que el paso de una etapa a otra no fuera progresivo, sino que a un disco tan extremo como “White Light/Whie Heat” le sucediera repentinamente una obra tan diferente. “The Velvet Underground” es un disco bellísimo, tranquilo, íntimo y cálido. Una obra en que Reed decide dar un un giro a su carrera y demostrar que en el fondo también era capaz de componer de temas de pop impecables.
Temas como “Candy Says”, “Jesus” o “Pale Blue Eyes” son tan frágiles, tan dulces y cristalinos que transmiten una pureza especial. El primero (que habla de Candy Darling, personaje de la Factory de Warhol que reaparecería en el mítico hit “Walk On The Wild Side”) es el que da inicio al disco demostrando el giro radical que habían tomado. En esta ocasión Reed cede el micrófono a Yule porque tenía problemas con su voz, y cabe decir que el recien llegado hace un muy buen trabajo.
Pero la Velvet Underground no eran sólo eso. Si son una de las bandas más grandes que ha habido no es únicamente por lo que supusieron esos dos discos. Porque después de éstos grabaron otro par de joyas que demostraron algo importantísimo: si se lo proponían, la Velvet podían ser una gran banda de pop-rock.
En 1968, Lou Reed, John Cale, Sterling Morrison y Maureen Tucker se encontraron con que seguían sin despegar comercialmente (la pregunta que yo me hago es qué rayos se esperaban con el tipo de música que estaban haciendo). A eso hay que sumarle las tensiones provocadas por los enormes egos de Lou Reed y John Cale, cada uno envidiando y queriendo imponerse al otro. Pese a eso se habían mantenido durante unos cuantos años porque les unía un propósito común, su forma de entender la música rock y sus ganas de revolucionarla e interpretarla a su manera. Por desgracia su penosa situación económica no hizo más que complicar las cosas y sucedió lo inevitable: Lou Reed echó a John Cale de la banda. El principal motivo parece ser que era que Reed quería encaminar el grupo por otras vías y dedicarse a componer temas de pop sencillos. Sin experimentaciones, sin caos sonoro, sólo canciones bonitas. Con Cale se fue parte del afán experimentador que había caracterizado a la banda además de su famoso sonido de viola. En su lugar entró Doug Yule para ocupar encargarse del bajo y el órgano. Lou Reed tenía el control absoluto del grupo.
Resulta curioso que el paso de una etapa a otra no fuera progresivo, sino que a un disco tan extremo como “White Light/Whie Heat” le sucediera repentinamente una obra tan diferente. “The Velvet Underground” es un disco bellísimo, tranquilo, íntimo y cálido. Una obra en que Reed decide dar un un giro a su carrera y demostrar que en el fondo también era capaz de componer de temas de pop impecables.
Temas como “Candy Says”, “Jesus” o “Pale Blue Eyes” son tan frágiles, tan dulces y cristalinos que transmiten una pureza especial. El primero (que habla de Candy Darling, personaje de la Factory de Warhol que reaparecería en el mítico hit “Walk On The Wild Side”) es el que da inicio al disco demostrando el giro radical que habían tomado. En esta ocasión Reed cede el micrófono a Yule porque tenía problemas con su voz, y cabe decir que el recien llegado hace un muy buen trabajo.
“Jesus”, de una sencillez pasmosa pero efectiva, se basa especialmente en la interpretación vocal de Lou. Resulta bastante desconcertante comparar la letra de esta canción con las del disco anterior. Mi favorito de estos tres es sin duda “Pale Blue Eyes”, una de las mayores joyas del disco. Es una de esas canciones que no se puede explicar racionalmente, simplemente tiene algo, una belleza especial y cautivadora que la hace increíblemente emotiva. La melodía es preciosa pero uno no diría que da para casi 6 minutos de canción sin apenas cambios, pero no le sobra absolutamente nada.
Aparte de “Pale Blue Eyes”, me quedaría con otros dos temas que combinan el sentido melódico del álbum con un tratamiento más rockero. El primero es “What Goes On”, con un ritmo muy marcado, un buen trabajo de Sterling Morrison a las guitarras (que gran guitarrista tan infravalorado) y una contribución asombrosa de Doug Yule al órgano. En directo se atrevían a alargarlo sin miedo hasta abarcar el doble de su duración en estudio. El segundo tema que destaco es “Beginning To See The Light”, una animada composición de un optimismo contagioso inédito hasta entonces en la Velvet.
También encontramos influencias country con “Some Kinda Love” (que me gusta más como suena en directo con un sonido más duro) y momentos más solemnes con “I’m Set Free” (con ese toque de tambores tan típico de Maureen Tucker). Pero el disco guarda dos sorpresas para el final. “The Murder Mistery” es una composición experimental en la línea de los anteriores Velvet Underground, un complejo tema misterioso y enfermizo (sobre todo por ese órgano) en que las voces de los cuatro se solapan unos a otros y que acaba desembocando en una desquiciada melodía de piano sin sentido. En mi opinión es muy bueno pero está muy desubicado en un disco que sigue un estilo totalmente diferente.
Y para acabar esa joyita llamada “After Hours”. En este caso Lou pensó que la canción era tan inocente que no pegaría con su voz, así que pidió a Maureen Tucker que la cantara ella. La batería era tan tímida que aceptó sólo a cambio de cantarla estando sola en el estudio con Lou. Y fuera premeditado o no, eso hizo que lo que habría sido un simple tema corto y simpático se convirtiera en una canción bastante especial y entrañable, fruto de haber unido esta melodía tan inocente con la voz de una Maureen que se nota claramente que está cohibida. Pero eso en lugar de ser un defecto, en este tema es el toque de gracia que redondea la canción.
Aparte de “Pale Blue Eyes”, me quedaría con otros dos temas que combinan el sentido melódico del álbum con un tratamiento más rockero. El primero es “What Goes On”, con un ritmo muy marcado, un buen trabajo de Sterling Morrison a las guitarras (que gran guitarrista tan infravalorado) y una contribución asombrosa de Doug Yule al órgano. En directo se atrevían a alargarlo sin miedo hasta abarcar el doble de su duración en estudio. El segundo tema que destaco es “Beginning To See The Light”, una animada composición de un optimismo contagioso inédito hasta entonces en la Velvet.
También encontramos influencias country con “Some Kinda Love” (que me gusta más como suena en directo con un sonido más duro) y momentos más solemnes con “I’m Set Free” (con ese toque de tambores tan típico de Maureen Tucker). Pero el disco guarda dos sorpresas para el final. “The Murder Mistery” es una composición experimental en la línea de los anteriores Velvet Underground, un complejo tema misterioso y enfermizo (sobre todo por ese órgano) en que las voces de los cuatro se solapan unos a otros y que acaba desembocando en una desquiciada melodía de piano sin sentido. En mi opinión es muy bueno pero está muy desubicado en un disco que sigue un estilo totalmente diferente.
Y para acabar esa joyita llamada “After Hours”. En este caso Lou pensó que la canción era tan inocente que no pegaría con su voz, así que pidió a Maureen Tucker que la cantara ella. La batería era tan tímida que aceptó sólo a cambio de cantarla estando sola en el estudio con Lou. Y fuera premeditado o no, eso hizo que lo que habría sido un simple tema corto y simpático se convirtiera en una canción bastante especial y entrañable, fruto de haber unido esta melodía tan inocente con la voz de una Maureen que se nota claramente que está cohibida. Pero eso en lugar de ser un defecto, en este tema es el toque de gracia que redondea la canción.
“The Velvet Underground”, un álbum muy especial y bello de ésos a los que uno acaba cogiendo cariño con facilidad y que puede acompañarte tanto en momentos de melancolía como de felicidad. Uno de mis discos de pop favoritos.
sábado, 11 de octubre de 2008
PINK FLOYD - Atom heart mother (1970)
"Atom heart mother" pertenece a la etapa más oscura de la discografía de Pink Floyd. Esa étapa tras su prometedor inicio psicodélico y anterior a su gran éxito comercial que llegaría de la mano de "The dark side of the Moon". Es por eso que fuera de la gente ya metida en la banda no es un disco demasiado conocido. Influye además el odio que los componentes de la banda parecen tener por la pieza principal del disco, que ha hecho que no sea nunca rescatada para el directo en giras posteriores.
"Atom heart mother" ya fue un disco que consagraba el estilo que más tarde seguirían haciendo Pink Floyd, siendo un nexo entre la experimentalidad de su anterior obra ("Ummagumma") y el sinfónico y relajado "Meddle" que vendría un año después. Los ritmos típicos de Nick Mason, esas voces armoniosas, las raíces blues principalmente gracias a la guitarra de Gilmour y los órganos de Wright sonando más rockeros que nunca antes habían sonado... podría decirse que "Meddle" es un disco que intenta refinar y perfeccionar lo mostrado aquí, pero por su contra, pierde parte del factor experimental y bizarro que aún es latente en este LP.
La cara A del disco está ocupada por "Atom heart mother suite" con sus más de 23 minutos. El tema es un collage de partes bastante distintas, que en un momento dado, la banda decidió que tenía que orquestar. Para ello contaron con Ron Geesin, que se encargó de la orquestación y, en parte, de la composición que acabó de moldear la obra como un todo. Está dividida en distintas partes. La primera, "Father's shout", podría ser vista como el tema principal y sus motivos van apareciendo de vez en cuando por el tema. Es un segmento de unos tres minutos, con un riff cargado de fuerza interpretado por los instrumentos de viento, y con Mason marcando el ritmo de manera impecable. Luego llega "Breast milky", una completa maravilla, más relajada, donde escuchamos un solo de violonchelo absolutamente precioso, con un mágico acompañamiento de teclados y la guitarra de Gilmour, que tarda más en entrar, y suena extraída desde el mismo corazón del blues. "Mother fore", que va desde el mínuto 5 al 10 mantiene el nivel bien alto. Es una parte más atmosférica, donde el peso principal lo lleva un coro que figura acreditado como John Aldiss Choir. Sencillamente sobrecogedora. Del mínuto 10 al 15 encontramos una potente jam bluesera llamada Funky dung, con el órgano y la guitarra en su mejor momento, al estilo de la que encontraremos en la pieza magna de su siguiente disco (y quizá del grupo), "Echoes". "Mind your throats, please" ocupa más o menos del 15 al 19, y es la parte más experimental, donde podemos encontrar unas partes vocales muy originales que en parte me recuerdan a las que usarían los franceses Magma en su "Mekanik Destruktiw Kommandoh". "Remergence", que es la última parte, juega con distintos segmentos ya aparecidos, conduciendo el tema hasta un final apoteósico. Sublime. Espectacular. Divino. Una de las mejores obras del rock progresivo en toda su historia.
La cara B, muy infravalorada, tiene en mi opinión también mucho que decir. Consiste de tres temas, uno compuesto y cantado por cada miembro menos Mason, y un instrumnental obra de la banda que cierra el disco. "If" es una preciosa balada de Waters, basada en guitarra acústica y con la eléctrica de Gilmour y el piano adornando de manera muy delicada. "Summer '68" es mi favorita de este segmento. Es un tema compuesto por el recientemente difunto teclista Richard Wright, una canción pop que se fundamente en el piano y los vientos (impresionante lo que entra tras el segundo estribillo). Una joya, y quizá mi canción favorita aportada por Wright al grupo (que aportaba pocas, pero siempre eran excelentes). Gilmour por su parte termina de definir su estilo personal lánguido y relajado con la balada "Fat old Sun", al servicio de su hermosa voz y su aún mejor guitarra. De este trío es la canción que menos me gusta, pero el final nunca deja de ser sobresaliente, especialmente por el ataque eléctrico que aparece al final del tema. Al que le guste este tema, le remito al reciente disco en solitario de David Gilmour "On an island" (2006), muy bueno en mi opinión. La que resta es "Alan's psychedelic breakfast", una bizarría instrumental, que en mi opinión, en lo menos interesante del disco, aunque se hace muy agradable de escuchar. Además, parecerá extraño, pero me encantan esos sonidos de gotas cayendo, cerillas encendiéndose y demás pormenores. Tengo entendido que cuando interpretaban esta canción en directo realmente reproducián estos ruídos, llegando a freír huevos sobre el escenario. Sus tres partes, la primera guiada por Wright con su piano, la segunda por Gilmour con guitarra acústica, y la tercera por el teclado de nuevo son realmente buenas, especialmente la última, que tiene toda la solemnidad y épica de Pink Floyd en sus mejores momentos, y hacen que estos trece minutos no se hagan aburridos, pero se echa en falta la soberbia genialidad del resto de temas.
En resumen, "Atom heart mother" es un disco genial, incluso dentro de la discografía del mejor grupo de la historia, que podría mejorar únicamente mejorando su último tema, pero tampoco hay demasiado que objetar. Imprescindible.
sábado, 30 de agosto de 2008
THE ALLMAN BROTHERS BAND - Brothers and Sisters (1973)
Perder al líder de un grupo siempre es muy duro, pero más aún si sucede cuando comienzas a catapultar tu carrera. Eso fue lo que les sucedió a los Allman Brothers cuando el guitarrista Duane Allman murió en 1971 en un accidente de moto a la temprana edad de 24 años. Su mitiquísimo directo “At Fillmore East” había sido un éxito de ventas absoluto que había convertido a los Allman Brothers en la banda de rock sureño más grande del momento, pero sin Duane su futuro se encontraba en grave peligro.
Tras acabar de completar el álbum en estudio “Eat a Peach” (el último que contaba con la participación del desaparecido guitarrista) los Allman Brothers se enfrentaron a la tarea de dar forma a su primer disco grabado enteramente sin la presencia de su antiguo compañero. Y salieron airosos del trance creando una auténtica joya llamada “Brothers and Sisters”.
Greg Allman al órgano y, especialmente, Dickey Betts a la guitarra serían los encargados de encauzar a la banda en esta nueva etapa ejerciendo las tareas de composición. Musicalmente, todo el grupo brilla en cada tema del disco y pese a que el magistral trabajo de guitarra de Betts sobresale por encima del resto en más de una ocasión, es justo decir que esta obra es fruto de un trabajo conjunto.
“Brothers and Sisters” es un disco que transmite buen rollo desde esa entrañable portada (que se complementa con una foto desplegable interior en la que se ve a toda la banda junto a esposas, hijos, amigos, perros, etc. posando como si fueran una gran comunidad semihippiosa viviendo en feliz armonía... no importa si eso era cierto o no, va muy acorde con el tipo de música) y que en su contenido se traduce en un agradable sonido sureño con algunos tintes de blues o country en ciertos temas. No sabría explicarlo racionalmente, pero es uno de esos discos con un encanto especial que pone de buen humor al escucharlo. Así mismo, es una obra perfecta para introducirse en el género puesto que siguen sonando a rock sureño pero con unas melodías y temas irresistibles y bastante accesibles, siguen siendo los Allman Brothers pero sin ese sonido de blues-rock tan puro que habían mostrado en su debut o esas largas improvisaciones que había en su famoso directo.
Centrándonos en canciones en concreto, Greg hace tres aportaciones: la inicial “Wasted Words”, “Come and Go Blues” y “Jelly Jelly”. Las dos primeras se basan sobre todo en el juego entre guitarra y teclados (que será en gran parte el sonido que definirá el disco) mientras que “Jelly Jelly” es un intenso blues interpretado con mucho feeling.
Betts nos regala temas como el memorable “Southbound” (que sigue el estilo de los temas de Greg Allman pero con un toque más bluesero y que cuenta con algunos de los mejores segmentos instrumentales del disco) y “Pony Boy”, con un sonido más acústico y country pero dentro de la esencia del disco. Pero lo que destaca sobre todo es “Ramblin’ Man” y “Jessica”, los temas más famosos del disco y en mi opinión muy justamente. “Ramblin’ Man” es el single perfecto de los Allman Brothers, y de hecho fue el tema de más éxito de su carrera. Es una canción que tiene la cualidad de representar el sonido sureño de la banda sonando al mismo tiempo accesible con ese magistral estribillo tan pegadizo y siguiendo un poco las pautas de una canción de rock tradicional dejando la parte instrumental para el final. Por otro lado, “Jessica” es un magistral tema instrumental, mi favorito del grupo. Aquí la banda da rienda suelta a su capacidad de hacer largas jams tomando como base una melodía preciosa sobre la cual van improvisando libremente. Y si alguien dudaba sobre si seguirían en forma en ese sentido sin Duane, no tiene más que darle una escucha a este tema donde suenan todos perfectamente conjuntados y demostrando que en este terreno prácticamente no tenían rival. El momento más maravilloso y especial del disco.
Tras acabar de completar el álbum en estudio “Eat a Peach” (el último que contaba con la participación del desaparecido guitarrista) los Allman Brothers se enfrentaron a la tarea de dar forma a su primer disco grabado enteramente sin la presencia de su antiguo compañero. Y salieron airosos del trance creando una auténtica joya llamada “Brothers and Sisters”.
Greg Allman al órgano y, especialmente, Dickey Betts a la guitarra serían los encargados de encauzar a la banda en esta nueva etapa ejerciendo las tareas de composición. Musicalmente, todo el grupo brilla en cada tema del disco y pese a que el magistral trabajo de guitarra de Betts sobresale por encima del resto en más de una ocasión, es justo decir que esta obra es fruto de un trabajo conjunto.
“Brothers and Sisters” es un disco que transmite buen rollo desde esa entrañable portada (que se complementa con una foto desplegable interior en la que se ve a toda la banda junto a esposas, hijos, amigos, perros, etc. posando como si fueran una gran comunidad semihippiosa viviendo en feliz armonía... no importa si eso era cierto o no, va muy acorde con el tipo de música) y que en su contenido se traduce en un agradable sonido sureño con algunos tintes de blues o country en ciertos temas. No sabría explicarlo racionalmente, pero es uno de esos discos con un encanto especial que pone de buen humor al escucharlo. Así mismo, es una obra perfecta para introducirse en el género puesto que siguen sonando a rock sureño pero con unas melodías y temas irresistibles y bastante accesibles, siguen siendo los Allman Brothers pero sin ese sonido de blues-rock tan puro que habían mostrado en su debut o esas largas improvisaciones que había en su famoso directo.
Centrándonos en canciones en concreto, Greg hace tres aportaciones: la inicial “Wasted Words”, “Come and Go Blues” y “Jelly Jelly”. Las dos primeras se basan sobre todo en el juego entre guitarra y teclados (que será en gran parte el sonido que definirá el disco) mientras que “Jelly Jelly” es un intenso blues interpretado con mucho feeling.
Betts nos regala temas como el memorable “Southbound” (que sigue el estilo de los temas de Greg Allman pero con un toque más bluesero y que cuenta con algunos de los mejores segmentos instrumentales del disco) y “Pony Boy”, con un sonido más acústico y country pero dentro de la esencia del disco. Pero lo que destaca sobre todo es “Ramblin’ Man” y “Jessica”, los temas más famosos del disco y en mi opinión muy justamente. “Ramblin’ Man” es el single perfecto de los Allman Brothers, y de hecho fue el tema de más éxito de su carrera. Es una canción que tiene la cualidad de representar el sonido sureño de la banda sonando al mismo tiempo accesible con ese magistral estribillo tan pegadizo y siguiendo un poco las pautas de una canción de rock tradicional dejando la parte instrumental para el final. Por otro lado, “Jessica” es un magistral tema instrumental, mi favorito del grupo. Aquí la banda da rienda suelta a su capacidad de hacer largas jams tomando como base una melodía preciosa sobre la cual van improvisando libremente. Y si alguien dudaba sobre si seguirían en forma en ese sentido sin Duane, no tiene más que darle una escucha a este tema donde suenan todos perfectamente conjuntados y demostrando que en este terreno prácticamente no tenían rival. El momento más maravilloso y especial del disco.
“Brothers and Sisters” acabó siendo su álbum de mayor éxito y la demostración de que podían seguir adelante afrontando la muerte de Duane (a la que se le unió, en mitad de la grabación, la del bajista Berry Oakley). Era la demostración de que pese a que Duane era un músico extraordinario, el resto de la banda eran suficientemente competentes como para poder seguir adelante. Y si además lo demostraron con un disco tan entrañable y de tanta calidad como éste, no cabía duda de que seguían siendo una de las mejores bandas americanas del momento.
lunes, 11 de agosto de 2008
JEFF BECK - Truth (1968)
Hoy toca hablar de uno de los discos más importantes e influyentes de la historia del rock. Y es que, aunque no sea tan conocido como los debuts de Led Zeppelin o Black Sabbath, “Truth” fue una de las obras más decisivas en la creación de lo que sería el germen del heavy metal. Antes que los dos grupos mencionados anteriormente, Jeff Beck ya había comenzado a endurecer su estilo de blues-rock acercándolo cada vez más a lo que se denominaría hard rock. Cabe decir que tanto Zeppelin como Sabbath llevarían eso al extremo, al hard-rock puramente dicho, mientras que Jeff Beck todavía no se atrevía a apartarse demasiado del blues-rock, pero el primer indicio se encuentra aquí.
La carrera de Jeff Beck en solitario comenzó cuando éste decidió abandonar a los Yardbirds. Tras un par de singles, decidió formar The Jeff Beck Group reclutando a unos cuantos músicos desconocidos de formación blues: Micky Waller a la batería, Rod Stewart como cantante y Ron Wood al bajo. No sé que fue de ellos después de romper con Beck. En todo caso la gran estrella del grupo junto a Beck es Rod Stewart, quien ejerce soberbiamente el papel de bluesman cantando con una fuerza e intensidad que pocas veces igualaría a lo largo de su carrera (tal es así que en el segundo disco con esta formación Beck le hace la pelota acreditándole como “Extraordinaire Rod Stewart”).
Sin embargo, el Jeff Beck Group tenían un talón de Aquiles que les repercutiría muy negativamente: una ausencia casi total de composiciones propias. Ello se debía en gran parte a la falta de tiempo para sentarse en un estudio a componer, ya que se pasaban la vida en la carretera dando conciertos y el disco que nos ocupa lo grabaron en tan sólo 2 días. Los únicos temas propios (compuestos por Rod Stewart y Jeff Beck) son la potentísima “Let Me Love You”, que muestra a la perfección ese estilo de blues-rock endurecido dominado por la bestial guitarra de Beck y que incluye un “diálogo” entre Rod y guitarra que luego sería tomado por otros coetáneos como Deep Purple o Led Zeppelin para sus directos; la bluesera “Rock My Plimsoul” y la extensa y atmosférica “Blues De Luxe”, donde el protagonismo recae en un pletórico Rod Stewart y en Nicky Hopkins al piano (que también aparece como invitado en bastantes temas del disco).
Pasando al resto, el disco se abre con un tema de los Yardbirds, “Shapes Of Things” que tocan con un sonido más duro y guitarrero y que a mí personalmente me gusta más que el original. Mi favorita del disco es la oscura “Morning Dew” que cuando llega a su apoteósico clímax me pone los pelos de punta con la guitarra de Beck luciéndose con el wah-wah y Stewart cantando con muchísima energía y entrega.
Pasamos al blues “You Shook Me” del cual su versión más famosa es la que harían Led Zeppelin en su debut unos meses más tarde. Aunque me quedo con la de los Zeppelin, esta versión no se queda corta y tiene el añadido del exquisito piano de Hopkins. Su interpretación del “Ol’ Man River” también es muy remarcable, basándose sobre todo en la atmósfera y cediendo el protagonismo a la voz de Stewart y a Keith Moon como invitado estrella a la percusión. Y es que aunque recurren a muchas versiones cabe reconocerles el mérito de no quedarse en opciones obvias o estancarse en estándares del blues, y como ejemplo de ello tenemos el breve paréntesis que supone el tradicional “Greensleves”, tocado a la guitarra acústica de forma preciosa.
Y para acabar, dos de los momentos más grandes y míticos del disco. El primero es la soberbia “Beck’s Bolero”, inspirada en el Bolero de Ravel y compuesta por Jimmy Page. El tema se grabó en una sesión que tuvo lugar poco después de que Beck dejara los Yardbirds en la que participaron Jimmy Page, John Paul Jones, Nicky Hopkins y Keith Moon. Se basa en un ritmo marcado llevado por las guitarras acompañadas del piano y la batería que repentinamente acaba desembocando en un alarido de Keith Moon tras el cual se convierte en un intenso tema de heavy metal con la batería desbocada (ya conocen al bueno de Keith) y las guitarras de Page y Beck batiéndose en duelo. Descomunal.
El segundo es “I Ain’t Superstitious”, un blues de Howlin Wolf con un riff de guitarra inolvidable y una interpretación de Beck que le permite lucirse por completo. Quizás es el tema del disco con más madera de single.
Y éste es “Truth”, uno de los mejores discos de blues-rock de finales de los 60. Es cierto que la mayoría de temas son versiones pero hay que decir en su favor que las llevan todas a su terreno y las adaptan con mucha libertad, con lo cual no es un simple corta-y-pega sino que es un disco con mucha personalidad donde los cuatro músicos tienen el protagonismo absoluto.
Tras este disco, esta formación del Jeff Beck Group grabarían otro discazo llamado “Beck-Ola” que sigue más o menos las misma directrices que éste. Después del “Beck-Ola” la banda se disolvió (no se llevaban demasiado bien entre ellos), Rod y Ron formaron The Faces y Beck tuvo un accidente automovilístico que le tuvo fuera de escena un buen tiempo. Cuando volvió al mundo del rock fue siguiendo otro camino. Esta obra maestra y “Beck-Ola” son lo único que tenemos de lo que podía haber sido una superbanda potentísima que podía haber dado aún más de sí. Una lástima.
La carrera de Jeff Beck en solitario comenzó cuando éste decidió abandonar a los Yardbirds. Tras un par de singles, decidió formar The Jeff Beck Group reclutando a unos cuantos músicos desconocidos de formación blues: Micky Waller a la batería, Rod Stewart como cantante y Ron Wood al bajo. No sé que fue de ellos después de romper con Beck. En todo caso la gran estrella del grupo junto a Beck es Rod Stewart, quien ejerce soberbiamente el papel de bluesman cantando con una fuerza e intensidad que pocas veces igualaría a lo largo de su carrera (tal es así que en el segundo disco con esta formación Beck le hace la pelota acreditándole como “Extraordinaire Rod Stewart”).
Sin embargo, el Jeff Beck Group tenían un talón de Aquiles que les repercutiría muy negativamente: una ausencia casi total de composiciones propias. Ello se debía en gran parte a la falta de tiempo para sentarse en un estudio a componer, ya que se pasaban la vida en la carretera dando conciertos y el disco que nos ocupa lo grabaron en tan sólo 2 días. Los únicos temas propios (compuestos por Rod Stewart y Jeff Beck) son la potentísima “Let Me Love You”, que muestra a la perfección ese estilo de blues-rock endurecido dominado por la bestial guitarra de Beck y que incluye un “diálogo” entre Rod y guitarra que luego sería tomado por otros coetáneos como Deep Purple o Led Zeppelin para sus directos; la bluesera “Rock My Plimsoul” y la extensa y atmosférica “Blues De Luxe”, donde el protagonismo recae en un pletórico Rod Stewart y en Nicky Hopkins al piano (que también aparece como invitado en bastantes temas del disco).
Pasando al resto, el disco se abre con un tema de los Yardbirds, “Shapes Of Things” que tocan con un sonido más duro y guitarrero y que a mí personalmente me gusta más que el original. Mi favorita del disco es la oscura “Morning Dew” que cuando llega a su apoteósico clímax me pone los pelos de punta con la guitarra de Beck luciéndose con el wah-wah y Stewart cantando con muchísima energía y entrega.
Pasamos al blues “You Shook Me” del cual su versión más famosa es la que harían Led Zeppelin en su debut unos meses más tarde. Aunque me quedo con la de los Zeppelin, esta versión no se queda corta y tiene el añadido del exquisito piano de Hopkins. Su interpretación del “Ol’ Man River” también es muy remarcable, basándose sobre todo en la atmósfera y cediendo el protagonismo a la voz de Stewart y a Keith Moon como invitado estrella a la percusión. Y es que aunque recurren a muchas versiones cabe reconocerles el mérito de no quedarse en opciones obvias o estancarse en estándares del blues, y como ejemplo de ello tenemos el breve paréntesis que supone el tradicional “Greensleves”, tocado a la guitarra acústica de forma preciosa.
Y para acabar, dos de los momentos más grandes y míticos del disco. El primero es la soberbia “Beck’s Bolero”, inspirada en el Bolero de Ravel y compuesta por Jimmy Page. El tema se grabó en una sesión que tuvo lugar poco después de que Beck dejara los Yardbirds en la que participaron Jimmy Page, John Paul Jones, Nicky Hopkins y Keith Moon. Se basa en un ritmo marcado llevado por las guitarras acompañadas del piano y la batería que repentinamente acaba desembocando en un alarido de Keith Moon tras el cual se convierte en un intenso tema de heavy metal con la batería desbocada (ya conocen al bueno de Keith) y las guitarras de Page y Beck batiéndose en duelo. Descomunal.
El segundo es “I Ain’t Superstitious”, un blues de Howlin Wolf con un riff de guitarra inolvidable y una interpretación de Beck que le permite lucirse por completo. Quizás es el tema del disco con más madera de single.
Y éste es “Truth”, uno de los mejores discos de blues-rock de finales de los 60. Es cierto que la mayoría de temas son versiones pero hay que decir en su favor que las llevan todas a su terreno y las adaptan con mucha libertad, con lo cual no es un simple corta-y-pega sino que es un disco con mucha personalidad donde los cuatro músicos tienen el protagonismo absoluto.
Tras este disco, esta formación del Jeff Beck Group grabarían otro discazo llamado “Beck-Ola” que sigue más o menos las misma directrices que éste. Después del “Beck-Ola” la banda se disolvió (no se llevaban demasiado bien entre ellos), Rod y Ron formaron The Faces y Beck tuvo un accidente automovilístico que le tuvo fuera de escena un buen tiempo. Cuando volvió al mundo del rock fue siguiendo otro camino. Esta obra maestra y “Beck-Ola” son lo único que tenemos de lo que podía haber sido una superbanda potentísima que podía haber dado aún más de sí. Una lástima.
viernes, 8 de agosto de 2008
CREEDENCE CLEARWATER REVIVAL - Green river (1969)
Creedence Clearwater Revival es algo que escapa a todo entendimiento. Ni su estilo era original, ni rompedor. Ni sus músicos era virtuosos, incluso a veces llegaban a ser toscos. Ni sus melodías eran demasiado originales. Siendo así objetivos, fríos, la verdad es que este grupo no tiene nada. Rock and roll con raíces americanas, así de lo más tipicón. Pero entonces, ¿a qué debe su éxito?¿Por qué es uno de los grupos de rock más queridos a lo largo de distintas generaciones?¿Cómo han conseguido que tantas canciones suyas, concretamente, y no de otros tantos grupos se hayan convertido en clásicos míticos del siglo XX?
Está claro que estas canciones tienen algo, y que cualquier que realmente ame el rock no puede permanecer impasible ante un disco así. La banda sigue perfeccionando el estilo ya mostrado en sus dos primeros discos: rock muy melódico, con fuertes raíces en el folk américano, sonido muy blues, bigotes, camisas de pana y vaqueros raídos. Con esta descripción, uno se ahorraría decir cualquier cosa más sobre el disco, pero como he de dar ejemplo a mis vagos e irresponsables subordinados, me explayaré un poco más.
Si te iniciaste en este grupo con un recopilatorio (como el fantástico "Chronicle"), te toparás luego con que los discos de estudio son bastante cortos y que del recopilatorio seguramente conocerás la mitad de casi cada disco. Sin ir más lejos, yo conocía ya cuatro canciones de éste (y tiene nueve). Estos clásicos son: la inicial "Green river", un tema de rock and roll muy clásico y con un riff muy característico; "Conmotion", que lleva una onda más de blues antiguo, pero acelerado y con sonido rock, y siempre fue de mis favoritos del grupo; "Bad moon rising", posiblemente el tema más famoso del disco, que es la canción más pop y radiable del LP, y posiblemente de la banda; y la preciosa balada "Lodi", con buenísimos licks de blues. Al contrario que en otro discos, como "Bayou Country", donde veo que los temas más míticos destacan por encima del resto, aquí el disco está bastante más equilibrado, y en general es mejor disco.
Hay dos temas de blues rock oscuro y amenazante, como "Tombstone shadow", con un fraseo muy típico del blues, y el más pesado "Sinister purpose", un tema muy bueno e infravalorado. También tenemos otro blues, esta vez más alegre y ligero, llamado "Cross-tie walker", y para el final dejo las dos mejores de estos temas más "ocultos": "Wrote a song for everyone" es una balada lenta que está entre los mejores temas de este tipo de CCR, al menos no me parece peor que "Lodi" (que no es poco), y tiene un estribillo especialmente emocionante. Y el disco termina con una versión del clásico "The night time is the right time" de Ray Charles, no radicalmente distitno al tema original, pero sí con el poderío rockero de Fogerty y los suyos añadido.
"Green river" es un disco tan sencillo y carente de artificio y espectacularidad, que de básico, adquiere la cualidad de que cualquier oyente de rock puede conectar con él, y por eso mismo, es imprescindible en una buena colección.
Ah, y que sean bienvenidos los 60 a The Golden Age of Rock and Roll
domingo, 3 de agosto de 2008
FREEDOM'S CHILDREN - Galactic vibes (1971)
Durante buena parte del siglo XX, Sudáfrica fue un país elevado a la categoría de paria en la política internacional, debido a su política de segregación racial. Vale, que aquello estaba mal, pero no era razón para satanizar a todos y cada uno de los sudafricanos blancos. Pero no pensaba así buena parte de la sociedad británica de principios de los setenta, por lo visto. Así pues, cuando esta banda emigró desde el sur del continente africano al Reino Unido, se encontró gran rechazo a su paso, y los únicos conciertos que podián dar eran prácticamente clandestinos. Sumémosle a ello que Freedom's Children no eran precisamente lo que la conservadora sociedad sudafricana de la época buscaba, siendo incluso vetados de las radios. El resultado es que este grupo se vio en tierra de nadie, sin poder llegar a buen puerto.
"Galactic vibes" es el tercer disco de Freedom's Children, y bien podría haber elegido para esta revisión cualquiera de sus otros dos discos, "Battle hymn of the broken hearted horde" (1968) o "Astra" (1970), pero me decidí al final por este por una simple razón: es el único de los tres que he escuchado.
Mayormente, este disco es una importante dosis de rock psicodélico garajero y muy bruto, con distorsión a saco. Poderoso rock duro bluesero pasado por un filtro abrasaoídos. En algunos temas, es la fórmula menos original del mundo, pero en mi opinión, talento les sobra, y se materializa esto en unos temas muy buenos. Siete canciones, todas ellas originales del grupo, seis temas nuevos y uno de ellos una versión en directo de un tema de "Astra".
La tónica general del disco es la ya mencionada, de hard rock ácido, como muestra el primer tema "Sea horse". Esto incluye al tema en directo, "The homecoming". Aquí es donde yo pongo una pega, puesto que la canción es muy buena, pero incluye un larguísimo solo de batería, que vale, es bueno, pero tampoco es una cosa alucinante, y el hecho de que la claven en el segundo lugar del disco me parece cuanto menos, desafortunado. Se nota claramente que es un intento por rellenar minutaje. Tampoco es que me queje amárgamente, pero es algo que resta fluidez al disco.
Por otra parte, tenemos dos canciones en una onda más light, dando más importancia a los teclados, que suena incluso sinfónico. El primero de ellos, "Fields and me", es un tema bucólico, con una onda muy folk, muy sesentero. El otro es el que cierra el disco, "About the dove and his king" es más oscura, e incluye toques orientales, al estilo de algunos temas de Aphrodite's Child.
A mitad de camino entre ambas está la mejor canción del disco "1999", un tema pop, que incluso suena a crooner, pero interpretado con mucha distorsión y ácido a espuertas, cantado a medio camino entre lo convincente y lo paródico. Una pequeña joya oculta del rock psicodélico.
No digo que "Galactic vibes" sea una obra maestra, pero es un ejercicio de género de lo más interesante, y que yo personalmente, escucho con muchísimo agrado cuando me apetece revisitar la mejor época del rock.
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