Perder al líder de un grupo siempre es muy duro, pero más aún si sucede cuando comienzas a catapultar tu carrera. Eso fue lo que les sucedió a los Allman Brothers cuando el guitarrista Duane Allman murió en 1971 en un accidente de moto a la temprana edad de 24 años. Su mitiquísimo directo “At Fillmore East” había sido un éxito de ventas absoluto que había convertido a los Allman Brothers en la banda de rock sureño más grande del momento, pero sin Duane su futuro se encontraba en grave peligro.
Tras acabar de completar el álbum en estudio “Eat a Peach” (el último que contaba con la participación del desaparecido guitarrista) los Allman Brothers se enfrentaron a la tarea de dar forma a su primer disco grabado enteramente sin la presencia de su antiguo compañero. Y salieron airosos del trance creando una auténtica joya llamada “Brothers and Sisters”.
Greg Allman al órgano y, especialmente, Dickey Betts a la guitarra serían los encargados de encauzar a la banda en esta nueva etapa ejerciendo las tareas de composición. Musicalmente, todo el grupo brilla en cada tema del disco y pese a que el magistral trabajo de guitarra de Betts sobresale por encima del resto en más de una ocasión, es justo decir que esta obra es fruto de un trabajo conjunto.
“Brothers and Sisters” es un disco que transmite buen rollo desde esa entrañable portada (que se complementa con una foto desplegable interior en la que se ve a toda la banda junto a esposas, hijos, amigos, perros, etc. posando como si fueran una gran comunidad semihippiosa viviendo en feliz armonía... no importa si eso era cierto o no, va muy acorde con el tipo de música) y que en su contenido se traduce en un agradable sonido sureño con algunos tintes de blues o country en ciertos temas. No sabría explicarlo racionalmente, pero es uno de esos discos con un encanto especial que pone de buen humor al escucharlo. Así mismo, es una obra perfecta para introducirse en el género puesto que siguen sonando a rock sureño pero con unas melodías y temas irresistibles y bastante accesibles, siguen siendo los Allman Brothers pero sin ese sonido de blues-rock tan puro que habían mostrado en su debut o esas largas improvisaciones que había en su famoso directo.
Centrándonos en canciones en concreto, Greg hace tres aportaciones: la inicial “Wasted Words”, “Come and Go Blues” y “Jelly Jelly”. Las dos primeras se basan sobre todo en el juego entre guitarra y teclados (que será en gran parte el sonido que definirá el disco) mientras que “Jelly Jelly” es un intenso blues interpretado con mucho feeling.
Betts nos regala temas como el memorable “Southbound” (que sigue el estilo de los temas de Greg Allman pero con un toque más bluesero y que cuenta con algunos de los mejores segmentos instrumentales del disco) y “Pony Boy”, con un sonido más acústico y country pero dentro de la esencia del disco. Pero lo que destaca sobre todo es “Ramblin’ Man” y “Jessica”, los temas más famosos del disco y en mi opinión muy justamente. “Ramblin’ Man” es el single perfecto de los Allman Brothers, y de hecho fue el tema de más éxito de su carrera. Es una canción que tiene la cualidad de representar el sonido sureño de la banda sonando al mismo tiempo accesible con ese magistral estribillo tan pegadizo y siguiendo un poco las pautas de una canción de rock tradicional dejando la parte instrumental para el final. Por otro lado, “Jessica” es un magistral tema instrumental, mi favorito del grupo. Aquí la banda da rienda suelta a su capacidad de hacer largas jams tomando como base una melodía preciosa sobre la cual van improvisando libremente. Y si alguien dudaba sobre si seguirían en forma en ese sentido sin Duane, no tiene más que darle una escucha a este tema donde suenan todos perfectamente conjuntados y demostrando que en este terreno prácticamente no tenían rival. El momento más maravilloso y especial del disco.
Tras acabar de completar el álbum en estudio “Eat a Peach” (el último que contaba con la participación del desaparecido guitarrista) los Allman Brothers se enfrentaron a la tarea de dar forma a su primer disco grabado enteramente sin la presencia de su antiguo compañero. Y salieron airosos del trance creando una auténtica joya llamada “Brothers and Sisters”.
Greg Allman al órgano y, especialmente, Dickey Betts a la guitarra serían los encargados de encauzar a la banda en esta nueva etapa ejerciendo las tareas de composición. Musicalmente, todo el grupo brilla en cada tema del disco y pese a que el magistral trabajo de guitarra de Betts sobresale por encima del resto en más de una ocasión, es justo decir que esta obra es fruto de un trabajo conjunto.
“Brothers and Sisters” es un disco que transmite buen rollo desde esa entrañable portada (que se complementa con una foto desplegable interior en la que se ve a toda la banda junto a esposas, hijos, amigos, perros, etc. posando como si fueran una gran comunidad semihippiosa viviendo en feliz armonía... no importa si eso era cierto o no, va muy acorde con el tipo de música) y que en su contenido se traduce en un agradable sonido sureño con algunos tintes de blues o country en ciertos temas. No sabría explicarlo racionalmente, pero es uno de esos discos con un encanto especial que pone de buen humor al escucharlo. Así mismo, es una obra perfecta para introducirse en el género puesto que siguen sonando a rock sureño pero con unas melodías y temas irresistibles y bastante accesibles, siguen siendo los Allman Brothers pero sin ese sonido de blues-rock tan puro que habían mostrado en su debut o esas largas improvisaciones que había en su famoso directo.
Centrándonos en canciones en concreto, Greg hace tres aportaciones: la inicial “Wasted Words”, “Come and Go Blues” y “Jelly Jelly”. Las dos primeras se basan sobre todo en el juego entre guitarra y teclados (que será en gran parte el sonido que definirá el disco) mientras que “Jelly Jelly” es un intenso blues interpretado con mucho feeling.
Betts nos regala temas como el memorable “Southbound” (que sigue el estilo de los temas de Greg Allman pero con un toque más bluesero y que cuenta con algunos de los mejores segmentos instrumentales del disco) y “Pony Boy”, con un sonido más acústico y country pero dentro de la esencia del disco. Pero lo que destaca sobre todo es “Ramblin’ Man” y “Jessica”, los temas más famosos del disco y en mi opinión muy justamente. “Ramblin’ Man” es el single perfecto de los Allman Brothers, y de hecho fue el tema de más éxito de su carrera. Es una canción que tiene la cualidad de representar el sonido sureño de la banda sonando al mismo tiempo accesible con ese magistral estribillo tan pegadizo y siguiendo un poco las pautas de una canción de rock tradicional dejando la parte instrumental para el final. Por otro lado, “Jessica” es un magistral tema instrumental, mi favorito del grupo. Aquí la banda da rienda suelta a su capacidad de hacer largas jams tomando como base una melodía preciosa sobre la cual van improvisando libremente. Y si alguien dudaba sobre si seguirían en forma en ese sentido sin Duane, no tiene más que darle una escucha a este tema donde suenan todos perfectamente conjuntados y demostrando que en este terreno prácticamente no tenían rival. El momento más maravilloso y especial del disco.
“Brothers and Sisters” acabó siendo su álbum de mayor éxito y la demostración de que podían seguir adelante afrontando la muerte de Duane (a la que se le unió, en mitad de la grabación, la del bajista Berry Oakley). Era la demostración de que pese a que Duane era un músico extraordinario, el resto de la banda eran suficientemente competentes como para poder seguir adelante. Y si además lo demostraron con un disco tan entrañable y de tanta calidad como éste, no cabía duda de que seguían siendo una de las mejores bandas americanas del momento.