Formados a finales de los 60, Humble Pie están considerados una de las primeras superbandas de la historia del rock. Sus líderes eran los cantantes y guitarristas Steve Marriott (de Small Faces) y Peter Frampton (que más adelante cosecharía una exitosa carrera en solitario). El cuarteto lo cerraban el bajista Greg Ridley y el batería Jerry Shirley. Todos ellos grandes músicos a sus instrumentos y, como es habitual en estos casos, con cierto choque de egos entre líderes.
Después de su segundo disco, el precioso “Town and Country” (donde tiraban por pasajes más acústicos), Marriott comenzó a mosquearse con Frampton e intentó hacerse con las riendas del grupo. El motivo es que Frampton quería tirar hacia sonidos más ligeros mientras que Marriott quería ir por el camino del blues rock con tintes de hard rock. El disco homónimo que sacaron a continuación demostró que quien iba teniendo las de ganar era Marriott. A continuación “Rock On” lo confirmó.
En “Rock On” Humble Pie tiraron hacia un sonido marcadamente americanizado, dejando bien claras sus raíces blueseras y sacando todo el potencial de estos excelentes músicos. Como detalles a tener en cuenta, cabe decir que aquí los teclados comienzan a cobrar más protagonismo, de vez en cuando se ayudan de coros femeninos e incluso hacen acto de presencia invitados de lujo como el saxofonista Bobby Keys (colaborador habitual de los Rolling Stones, banda con la que por cierto se les comparó mucho y no sin motivo).
El disco abre con “Shine On”, un gran tema de puro rock que desprende vitalidad y optimismo basado sobre todo en su pegadizo estribillo y coros. “Sour Grain” es un tema más apoyado en las guitarras que suena a hard-rock con ciertos dejes blueseros pudiendo recordar a los Rolling Stones de aquella época. A modo de contraste pasamos a toparnos con “79th and Sunset”, donde la clave es ese excelente piano típico de music-hall que lleva todo el peso de la canción.
Y aquí llegamos a la que es mi parte predilecta con mis tres temas favoritos seguidos. El primero de ellos es “Stone Cold Fever”, uno de los clásicos del disco. La voz de Steve Marriott aquí me recuerda bastante al estilo de Robert Plant y el tema es uno de los mejores ejemplos que conozco de fusión entre hard-rock (con ese riff tan marcado) y blues rock (presente en esa excelente armónica y solo de guitarra). “Rollin’ Stone” es otro momento cumbre, el tema más marcadamente bluesero que toma como base el blues original de Muddy Waters para adaptarlo y repintepretarlo con total libertad a su estilo. La primera parte de la canción es puro blues, suena lenta e intensa con absoluto protagonismo de nuevo de Marriott como cantante (además de gran guitarrista tenía un timbre de voz ideal para estos temas) y la armónica dejándose caer de vez en cuando. Pero de repente, tras un gran solo de guitarra el tema parece desbocarse y acaba convirtiéndose en un temazo de rock casi capitaneado por la batería de Jerry Shirley, que aquí tiene uno de sus mejores momentos.
“A Song for Jenny” es un tema acústico que sirve para demostrar que es falsa la impresión que debían tener muchos sobre que Frampton se encargaba de la faceta más acústica y Marriott de la más rockera. Esta preciosa balada supone el paréntesis emotivo del disco después de descargar tanta adrenalina. El momento en que se incorporan los coros femeninos es sencillamente arrebatador, casi celestial.
En la recta final nos encontramos con el medio tiempo de Frampton “The Light”, la cachonda “Big George” (única contribución en solitario del bajista del grupo), la curiosa “Red Neck Jump” (un tema pianístico muy años 30) y, sobre todo, “Strange Days”. Ésta última en concreto es sin dudarlo una de las canciones más destacadas del disco que se desmarca ligeramente del resto. Empieza con un toque de piano muy jazzístico acompañado excelentemente por una elegante guitarra y acaba desembocando en un tema más bluesero que consigue crear una extraordinaria e intensa atmósfera apoyada firmemente de nuevo en la voz de Marriott.
Tras este disco y la grabación de su famoso directo en el Fillmore, Peter Frampton abandonaría el grupo al estar disconforme con la orientación musical que estaban llevando. La verdad es que oyendo los grandes temas que aporta en este disco, lo genial que suenan las guitarras de él y Marriott y, en general, la gran compenetración que hay entre los cuatro miembros del grupo (al menos musicalmente hablando), cuesta de entender que no le gustara este sonido.
Un disco a reivindicar que desprende calidad, estilo y feeling de los que ya prácticamente no se hacen.
Después de su segundo disco, el precioso “Town and Country” (donde tiraban por pasajes más acústicos), Marriott comenzó a mosquearse con Frampton e intentó hacerse con las riendas del grupo. El motivo es que Frampton quería tirar hacia sonidos más ligeros mientras que Marriott quería ir por el camino del blues rock con tintes de hard rock. El disco homónimo que sacaron a continuación demostró que quien iba teniendo las de ganar era Marriott. A continuación “Rock On” lo confirmó.
En “Rock On” Humble Pie tiraron hacia un sonido marcadamente americanizado, dejando bien claras sus raíces blueseras y sacando todo el potencial de estos excelentes músicos. Como detalles a tener en cuenta, cabe decir que aquí los teclados comienzan a cobrar más protagonismo, de vez en cuando se ayudan de coros femeninos e incluso hacen acto de presencia invitados de lujo como el saxofonista Bobby Keys (colaborador habitual de los Rolling Stones, banda con la que por cierto se les comparó mucho y no sin motivo).
El disco abre con “Shine On”, un gran tema de puro rock que desprende vitalidad y optimismo basado sobre todo en su pegadizo estribillo y coros. “Sour Grain” es un tema más apoyado en las guitarras que suena a hard-rock con ciertos dejes blueseros pudiendo recordar a los Rolling Stones de aquella época. A modo de contraste pasamos a toparnos con “79th and Sunset”, donde la clave es ese excelente piano típico de music-hall que lleva todo el peso de la canción.
Y aquí llegamos a la que es mi parte predilecta con mis tres temas favoritos seguidos. El primero de ellos es “Stone Cold Fever”, uno de los clásicos del disco. La voz de Steve Marriott aquí me recuerda bastante al estilo de Robert Plant y el tema es uno de los mejores ejemplos que conozco de fusión entre hard-rock (con ese riff tan marcado) y blues rock (presente en esa excelente armónica y solo de guitarra). “Rollin’ Stone” es otro momento cumbre, el tema más marcadamente bluesero que toma como base el blues original de Muddy Waters para adaptarlo y repintepretarlo con total libertad a su estilo. La primera parte de la canción es puro blues, suena lenta e intensa con absoluto protagonismo de nuevo de Marriott como cantante (además de gran guitarrista tenía un timbre de voz ideal para estos temas) y la armónica dejándose caer de vez en cuando. Pero de repente, tras un gran solo de guitarra el tema parece desbocarse y acaba convirtiéndose en un temazo de rock casi capitaneado por la batería de Jerry Shirley, que aquí tiene uno de sus mejores momentos.
“A Song for Jenny” es un tema acústico que sirve para demostrar que es falsa la impresión que debían tener muchos sobre que Frampton se encargaba de la faceta más acústica y Marriott de la más rockera. Esta preciosa balada supone el paréntesis emotivo del disco después de descargar tanta adrenalina. El momento en que se incorporan los coros femeninos es sencillamente arrebatador, casi celestial.
En la recta final nos encontramos con el medio tiempo de Frampton “The Light”, la cachonda “Big George” (única contribución en solitario del bajista del grupo), la curiosa “Red Neck Jump” (un tema pianístico muy años 30) y, sobre todo, “Strange Days”. Ésta última en concreto es sin dudarlo una de las canciones más destacadas del disco que se desmarca ligeramente del resto. Empieza con un toque de piano muy jazzístico acompañado excelentemente por una elegante guitarra y acaba desembocando en un tema más bluesero que consigue crear una extraordinaria e intensa atmósfera apoyada firmemente de nuevo en la voz de Marriott.
Tras este disco y la grabación de su famoso directo en el Fillmore, Peter Frampton abandonaría el grupo al estar disconforme con la orientación musical que estaban llevando. La verdad es que oyendo los grandes temas que aporta en este disco, lo genial que suenan las guitarras de él y Marriott y, en general, la gran compenetración que hay entre los cuatro miembros del grupo (al menos musicalmente hablando), cuesta de entender que no le gustara este sonido.
Un disco a reivindicar que desprende calidad, estilo y feeling de los que ya prácticamente no se hacen.
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